1.
La posibilidad de afectar y/o de ser afectado es la posibilidad de interactuar. La realidad es el ámbito de interacción de un individuo (persona, animal, planta, cosa, etc.). Si puedo atribuirle a una entidad alguna interacción posible conmigo, puedo decir que existe, que tiene presencia en ese ámbito, que es real. En todo caso, actúo a partir de la creencia de que eso es real, de que puede o podría interactuar conmigo.
2.
“Nosferatu Tango” (Zoltán Horváth, 2002).
Como el narrador de la novela de Adolfo Bioy Casares La invención de Morel, el mosquito de “Nosferatu Tango” se atribuye una interacción con el mundo que no tiene (o si se prefiere: desde nuestra perspectiva de espectadores esa atribución es errónea). Hay dos historias: la del libro, en la que Nosferatu no visita la casa de la chica porque el mosquito lo haya llamado; y la del mosquito, que, después de creerse perseguido por un murciélago y por una araña, cree que avisa a Nosferatu que hay una chica dormida y se desespera por despertarlo antes de la salida del sol.
Exacerbemos el truco: primero contamos una historia de cuatro hechos ligados causalmente, pero sin intervención de voluntades. Luego contamos los mismos cuatro hechos pero con el agregado de personajes a los que reputamos, reveladoramente, responsables de aquellos hechos, o de algunos. Lo mismo una tercera vez, pero con otros personajes, puestos a hacer una de estas dos cosas: o bien a ser la causa de la acción de un personaje de la historia 2, o bien a ser una alternativa de la historia 2.
3.
Un golpe del otro lado de la pared y un roce de sábana coincidieron en causar la caída de una bola. No es que hayan aportado cada uno el 50% de la fuerza que hizo deslizar a la bola de su repisa y caer; podemos imaginar que el golpe aportó más fuerza o una fuerza primera, y que inmediatamente la sábana aportó su fuerza menor pero decisiva, y entonces la bola cayó. Cada una de esas fuerzas sólo habría movido la bola, una más que la otra o ambas por igual, pero la caída es consecuencia de su convergencia, de su co-incidencia (su incidir al mismo tiempo).
El tiempo de esa incidencia conjunta está dado por la posibilidad de que la suma de sus fuerzas tire o no la bola. Si primero el golpe del vecino la desplaza, pero el roce de la sábana llega recién cuando la bola ya se frenó o desaceleró lo suficiente como para que no la pueda reacelerar, entonces los dos hechos son sucesivos, no co-incidentes. Para incidir en conjunto, no necesitan ser exactamente simultáneos, pero sí tener una proximidad tal que la unión de sus fuerzas sea suficiente para provocar la caída.
4.
Por supuesto, también hay coincidencias neutras. Además de fuerzas que cooperan para producir un efecto hay fuerzas que compiten para imponer el suyo. (En las comunidades humanas, cooperación y competencia se alternan según cuán cerca o lejos, respectivamente, se esté de una necesidad colectiva –la de sobrevivir, por ejemplo.) Si una fuerza no tiene la pre-visibilidad que le da una expectativa ni la visibilidad que le daría el superar a la fuerza con la que compite, permanece tapada, ignorada. Algo inesperado (el estampido de una bolsa que revienta Susanita) ocurre al mismo tiempo que –coincide con– algo esperado (el estampido de un revólver que en la TV dispara un vaquero). A igual o menor fuerza, se impone lo esperado: Mafalda no se asusta por el “¡Bang!” porque está esperando uno, ese al que se lo atribuye. (El género, el de las películas de cowboys en este caso, es lo que nos dice qué se puede esperar que suceda.) La atención de Mafalda está dedicada a lo que espera y es ciega (más específicamente, sorda) a lo que no: escucha el disparo del vaquero y no escucha el estallido de la bolsa reventada (que acá es igual de potente, pero con el mismo resultado podría haber sido menor o insuficientemente superior). Solapado su “¡Bang!”, Susanita se retira sin haber logrado interactuar con Mafalda.
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