1.
Los años no vienen solos y la docena arranca con una huevada: un requisito del entusiasmo es el sentido. Si no se lo vieras —y mucho— a lo que hacés, mal podría entusiasmarte. (La condición es necesaria, no suficiente: podrías verle mucho sentido pero odiarlo, o simplemente no entusiasmarte.)
En algún archivo de TV estará René Higuita haciendo el escorpión en Wembley mientras suena
Mínimo, es una sincronización contrastante. Higuita haciendo su gracia, que es una pequeña proeza, rebasa de sentido y de felicidad por su obra airosa y exitosa, después de ensayarla unos 7 años. Él ahí está en las antípodas del que habla en la canción, a la máxima distancia de plantearse la melancolía de morir o el sinsentido de vivir, lejos de sentirse finito o limitado. Está en el momento donde más absurda nos resultaría su muerte involuntaria (e inverosímil su suicidio), en medio de la actividad y de la confianza ciega en el sentido (particularmente, en el sentido de lo que hace).♫♪ La melancolía de morir en este mundo
y de vivir sin una estúpida razón ♪♫
Por mi parte, aprovecho esas líneas de Fito para volver a la conexión muerte/sentido. Preguntarse por el sentido de la vida es preguntarse a la vez por el de la muerte, o sea, es preguntarse por el sentido de la vida en razón de que es finita: qué sentido tiene morir, deshacer lo hecho, y qué sentido tiene vivir haciendo lo que la muerte y el olvido van a deshacer.
En resguardo del sentido imaginamos identidades que niegan o relativizan la muerte y el olvido. La planta de la resurrección, por ejemplo, bajo nuestra mirada tiene una existencia intermitente, que parece burlar la muerte una vez al siglo:
Otra negación de la muerte y el olvido es la carrera de postas que imaginé en “Entusiasmos X”: un pehuén le pasa el testigo a Zambullidas en 2008, que fantasea cumplir otros 214 años en 2222. Menos heterogénea es la continuidad de tres hermanas «que emergen de manera imprevista en diferentes sitios del planeta».
2.
Las tres hermanas
En esta ciudad, saber tres idiomas es un lujo superfluo, un apéndice innecesario, el sexto dedo.
Chéjov (Las tres hermanas)
Milagrosamente, halló refugio en una mansión de tres hermanas francesas, dueñas de un aserradero también “extraviado” en la extensión selvática y montañosa. Lo recibió primero “una señora de pelo blanco, delgada y enlutada”, que lo hizo entrar a uno de los salones, donde lo aguardaba una mesa redonda de manteles impecables, candelabros de plata y luminosa cristalería. Dos señoras más, “idénticas a la primera”, llegaron en seguida. Las tres habían nacido en Avignon, y hacía ya treinta años que habitaban en ese hueco de la selva. Todos sus familiares habían muerto, y juntas custodiaban el solitario esplendor de aquellos recónditos salones, como si vivieran en el fondo del mar.
Durante la cena, el joven visitante habló imprevistamente de la poesía de Baudelaire, y observó que al pronunciar ese nombre, “Baudelaire”, las tres hermanas se estremecieron.
—¡Baudelaire! —exclamaron con unánime excitación. Es la primera vez que se pronuncia su nombre en estas soledades. Tenemos aquí Les fleurs du Mal...
Con pudor reverencial, el joven recordó mucho más tarde que las tres mujeres le dedicaron “una leve mirada de lejanísima coquetería”. Cuando llegó el amanecer, el joven regresó a su caballo e inexplicablemente se fue sin despedirse.
Cuarenta y cinco años después de aquel encuentro, ya memorialista, Pablo Neruda termina esta breve historia con un interrogante: “¿Qué se habrá hecho de aquellas tres señoras desterradas con su Fleurs du Mal en medio de la selva virgen?”. Se advierte que la pregunta es sólo ritual, y tiene por único objeto demorar la respuesta inevitable: “Habrá sobrevenido lo más simple de todo: la muerte y el olvido”.
“Quizás —agrega— la selva devoró aquellas vidas.” Pero ¿será este el desenlace, esta la historia, y nada más? ¿No sostenían las tres hermanas una bandera invisible? ¿No pertenecían a una cofradía dispersa y obstinada de la que también era miembro, acaso sin saberlo, el joven visitante?
¿No protegían una llama inmemorial contra el viento asesino, destructor de pirámides, que promueve la indiferencia de las lianas? ¿No eran las Tres Marías de la Tierra? Quizás algo de esto sugiere Neruda cuando grita de pronto: “¡Honor a estas tres mujeres melancólicas que en su salvaje soledad lucharon para mantener un antiguo decoro!”. Pero aun más todavía, ¿no eran esas tres señoras francesas, en realidad, las mismas “tres hermanas” rusas de las que habló Chéjov, y que emergen de manera imprevista en diferentes sitios del planeta? Perdidas bajo un cielo de provincia, soñaban con Moscú y estudiaban francés, inglés, italiano. En el sur de Chile, leían a Baudelaire. Neruda no recuerda sus nombres, pero los conocemos por Chéjov: se llamaban Irina, Masha y Olga. Y Dante las cantó en su más bella canción de amor: “Tre donne in torno al cor mi son venute” (tres damas a mi corazón llegaron). Si la selva pudiera devorarlas, ¿qué sería de nosotros?
“Las tres hermanas”, de Thomas Moro Simpson, en Dios, el mamboretá y la mosca (Siglo XXI Editores, Madrid, 1993, pág. 15).
Emergen italianas, rusas, francesas... para proteger «una llama inmemorial contra el viento asesino, destructor de pirámides, que promueve la indiferencia de las lianas». (Andá a buscarla al ángulo, planta de la resurrección.) Emergen como «una cofradía dispersa y obstinada», sosteniendo «una bandera invisible», para oponerse a la más simple conjetura que hace el Neruda memorialista sobre su destino y su sentido: «la muerte y el olvido». Emergen bajo una supraidentidad para que la selva no pueda devorarlas: para ser inmortales.
Es un trabajo en equipo. Con «la indiferencia de las lianas», la selva devora lo que el viento se llevó puesto. Se apaga la llama y poco después se termina de disipar el humo. Eso es todo. Primero te perdés vos y después, más tarde o más temprano, se pierde tu rastro. La pirámide que todavía no se hizo polvo, ya se hará. Nadie espera eternamente la nada.—¡Qué supraidentidad tan grande tienes!
~Para que no me comas mejor.
Ahora bien: esto, que «es lo más simple de todo», es lo que cree Neruda y lo que creo yo, pero no Thomas Moro Simpson, que hace su primera pregunta ritual: «Pero ¿será este el desenlace, esta la historia, y nada más?». Y entonces vienen la bandera invisible, la cofradía dispersa y obstinada, la llama inmemorial y el viento asesino del que ellas la protegen, las Tres Marías de la Tierra, y finalmente la identidad con las tres hermanas de Chéjov y las tres damas de Dante. Este trío de tríos cambia el desenlace del Neruda memorialista; es ese algo más que nos hace digerible la historia (porque «¿qué sería de nosotros si la selva pudiera devorarlas?»).
Todavía a la mayoría le provoca una desorientación desasosegante imaginarse la inexistencia de un sentido trascendental que compense la muerte del cuerpo con la inmortalidad del alma (y afines) o del rastro dejado. Ese extravío rima con el del Neruda adolescente y el de las hermanas francesas y rusas. Antes de ir a los de ellas, que son extravíos metafóricos, pasemos por el único literal del inventario.
2.1
Neruda, con 14 ó 15 años, se metió a caballo en la selva del Sur Chileno y «al anochecer comprendió que se había perdido». Moro Simpson reproduce las palabras del memorioso: «“La noche y la selva, que fueron mi regocijo, me llenaron de pavor”». El instante de ese pavor saturado («efímero y eterno, como todos los instantes que el miedo inmoviliza») es de incertidumbre: no sabés qué esperar, no sabés qué mover, y cualquier novedad te parece peligrosa; tu único deseo es imposible, te cantan los Fabulosos Cadillacs en “Demasiada presión”:
Como nos recuerda la pandemia, la incertidumbre hace que experimentes mucho la existencia porque la tenés amenazada (la certidumbre de una felicidad o goce mayor al actual hace que experimentes mucho la existencia porque la tenés estimulada). En la incertidumbre, experimentás la existencia con un pie en el presente (necesitás saber y no sabés...) y el otro pie buscando pisar firme en el futuro (...qué va a pasar...) y temiendo no lograrlo (...y eso te angustia).♫♪ Quisieras volver el tiempo atrás,
pero lo que vuelve es esta noche y nada más ♪♫
Con la vida que vas llevando pasa lo mismo que en la selva de noche: si te perdés, perdés. Para evitarlo, adoptás un sentido de vida, que es GPS y salvavidas. Este extravío existencial ya es metafórico, como los dos que nos quedan por ver (uno espacial y otro temporal). A él volveremos cuando hable con más detalle de Irina, Masha y Olga.La forma cultural de llevar una existencia cuenta con un efecto invisible de tan evidente: la suspensión, el olvido transitorio de la incertidumbre.
Si jugás a salir de la normalidad, de lo previsible, de lo guionado por tu cultura, si te quitás toda esa ropa, debajo encontrás incertidumbre: ves a alguien que existe, que sabe que ha llegado hasta acá y no sabe a cuánto más llegará ni cómo.
Fuera de este juego, en cambio, sabés que mañana vas a cumplir con algunos roles (familiar, laboral, de pareja, de amistad, de vecindad, de cliente, etcétera). Cualquiera y cada uno de esos roles te da certidumbre: en cada caso, está estipulado qué debés hacer y qué te va a pasar si hacés lo que debés o si variás y por cuánto.
Sin esos roles (o sea, haciendo abstracción de algo tan constitutivo como la vida social), caen también las certidumbres que ofrecen; y no tener certidumbres es propio de presas (hoy estamos, mañana no sabemos).
2.2
Además de ser efímera, la zambullida de la rana se produce en un punto no determinado de la ciénaga infinita. Son igual de efímeras y están igual de perdidas en una inmensidad las vidas de damas refinadas incrustadas en un entorno salvaje («tres señoras desterradas con su Fleurs du Mal en medio de la selva virgen», «dueñas de un aserradero también “extraviado” en la extensión selvática y montañosa») o en un entorno provinciano (tres hermanas moscovitas que, «perdidas bajo un cielo de provincia, [...] estudiaban francés, inglés, italiano»).
Leer a Baudelaire y custodiar «el solitario esplendor de aquellos recónditos salones, como si vivieran en el fondo del mar», es luchar «para mantener un antiguo decoro» en medio de una «salvaje soledad». El refinamiento francés es conservador; el ruso, inútilmente progresista «en esta ciudad», donde es «un lujo superfluo, un apéndice innecesario» (en todo caso, algo ajeno: es una herramienta de progreso que pertenece a la ciudad a la que les gustaría volver a pertenecer).
Como se ve, el extravío no es sólo en el espacio. En ambos tríos de hermanas, eso que las entusiasma es lo que indica en qué tiempo distinto del presente están, ellas y sus sentidos de vida: el trío francés, en el pasado de una nostalgia (que las estremecía y excitaba con Baudelaire); el trío ruso, en el futuro de una esperanza («soñaban con Moscú»).
La diferencia es de etapas. Cuando la obra de Chéjov termine, las jóvenes rusas habrán abandonado esa esperanza y se estarán acomodando en el destierro que las canosas francesas conocen hace 30 años.
Con un poco de prestidigitación se puede sumar un tercer trío a la cofradía: Julia de ***, Julia Montes y Julia Castro-Alares también tienen interiores fuera de contexto en enclaves aislados («en el último rincón del mundo hemos descubierto ... algo así como una reina destronada»). Pero a diferencia de las francesas y las moscovitas, las españolas Julia de *** y Julia Castro-Alares y la apátrida Julia Montes volvieron a donde nacieron y se criaron, después de un viaje de varios años de livin' la vida loca. Y al team Europa podríamos sumarle dos inglesas, que tampoco vuelven (una por resignación y la otra por felicidad).
3.
Hay un metadato que el epígrafe de Moro Simpson no llega a mostrar: Las tres hermanas tiene el mismo tema que “Las tres hermanas”; en palabras de Neruda, la muerte y el olvido (o sus negaciones). Quien habla ahí es Masha, la hermana del medio. La traducción que voy a usar le hace decir algo parecido:
—Saber tres idiomas, en esta ciudad, constituye un lujo superfluo. Ni siquiera es lujo, sino una especie de apéndice inútil, algo así como un sexto dedo. ¡Sabemos muchas cosas inútiles!*Superfluo sí, lujo no. Ese saber es inútil, no suntuoso. No es un gol de taquito, que se podría o no haber resuelto más fácil (innecesario o necesario, el lujo sirve: el gol vale igual). Tampoco es una segunda pelota en la cancha, que haría detener el juego; es supernumerario pero inocuo. Más bien es como saber esquiar viviendo en Cuba.
Contextualicemos el momento de la frase. Es el santo de Irina (y el primer aniversario de la muerte del padre) y la casa es visitada por militares conocidos. Masha, que andaba melancólica, se estaba despidiendo antes del almuerzo; ya se había puesto el sombrero. Entonces llega un nuevo visitante, el teniente coronel Vershinin, antiguo amigo del padre y flamante jefe de la batería.
Masha escucha al verborrágico Vershinin contradecirla y desiste de irse:Spoiler: Masha le dará un largo y apasionado beso de despedida cuando al final de la obra Vershinin se marche de la ciudad porque los destinan a otro lado.
Pero para eso falta casi todo el drama y toda su historia de amor frustrado (también él está casado y tiene dos hijas; su esposa cada tanto intenta suicidarse). Aquí y ahora,
VERSHININ —¡Esa sí que es buena! (Se ríe.) ¡Saben muchas cosas inútiles! Me parece que no hay ni puede haber una ciudad tan aburrida y triste en la cual resulte innecesaria una persona inteligente e instruida. Supongamos que entre los cien mil habitantes de esta ciudad, atrasada y poco culta, desde luego, no hay más que tres personas como ustedes. Es evidente que ustedes no van a poder vencer a la masa ignorante que las rodea; en el transcurso de toda su vida, poco a poco, deberán ceder terreno y perderse en esta masa de cien mil personas; la vida las absorberá, pero no por esto van a desaparecer, a pasar sin dejar huella; cuando desaparezcan, personas como ustedes habrá, quizá seis; luego doce, y así sucesivamente hasta que, al fin, la mayoría será como son ustedes. Dentro de doscientos o trescientos años, la vida en la Tierra será inimaginablemente hermosa, sorprendente. El hombre necesita una vida así, y aunque todavía no se dé, ha de presentirla, ha de esperarla, ha de soñar con ella, ha de prepararse para ella; por esto ha de ver y saber más de lo que veían y sabían su abuelo y su padre. (Se ríe.) ¡Y se quejan de saber demasiado!La oferta fue irresistible. Si Masha fuera ricotera, cantaría por acá:
MASHA (Se quita el sombrero.) —Me quedo a comer.
Las tres hermanas están atrapadas en una capital de provincia que les deparó la carrera militar del padre, que al principio del drama está cumpliendo 1 año de muerte. Pero Masha además está atrapada en su matrimonio. No puede sumarse al sueño de volver a Moscú porque su lugar es junto a su marido, que la ama sin ser amado (y sin moverlo de ahí esos besos de despedida que su esposa le dará a Vershinin).♫♪ “Tu existencia dejará una marca que la recuerde: la vida será genial en el futuro gracias a ustedes y no se las olvidará”,
dijo, y me conquistóoo... ♪♫
En este contexto, el teniente coronel ofrece lo que Masha anda necesitando: la sensación de amar y ser amada; el ensueño de una salida de su doble cautiverio, provincial y conyugal; y un sentido para todo esto, una justificación, aunque sea futura, y mejor si es un aporte a algo inimaginablemente hermoso y sorprendente.
Masha habla de una utilidad local y actual de saber tres idiomas y Vershinin le contesta con una utilidad transgeneracional. Vistos con esa amplitud y esa fe, no son saberes inútiles (o lo son ilusoriamente): son el abono contribución que favorecerá que florezcan mil flores, y más también, hasta que la mayoría sea gente como una, inteligente e instruida, y la vida sea maravillosa, y el sentido sea el de un disfrute presente y propio, no el de un sacrificio para el disfrute futuro de otros (menos te pesará esto cuanto más lo sientas un nosotros, pero siguen siendo dos sentidos de vida distintos). Insiste Vershinin:Aporte fundacional, dado que la progresión geométrica de inteligentes e instruidas arranca con ellas: 3, 6, 12, ... Con 15 duplicaciones serían 98.304: una mayoría desde holgada (si el total de la ciudad siguiera siendo de 100.000 personas) hasta ajustada (si fuera mayor pero sin llegar a ser el doble).
El arranque es con 3 y no 4 porque el hermano Andrei no cuenta, aunque el tema haya salido de que él quería traducir un libro del inglés. Andrei no habla de la inutilidad de saber tres idiomas, sino del sufrimiento que costaron:
Mi padre, que Dios le tenga en gloria, nos tenía amarrados a la instrucción. Es ridículo y estúpido, pero he de confesar que, después de su muerte, empecé a engordar y en un año he engordado como si realmente mi cuerpo se hubiera liberado de un yugo. Gracias a nuestro padre, mis hermanas y yo sabemos francés, alemán e inglés, e Irina sabe, además, italiano. ¡Pero lo que todo eso ha costado!A continuación, Masha dice que ahí es superfluo saber tres idiomas y Vershinin le responde que de ninguna manera y filosofa sobre el sentido de la vida y la luz al final del túnel.
Dentro de doscientos o trescientos años, dentro de mil —la cuestión no está en el plazo—, comenzará una vida nueva y feliz. Nosotros no participamos de esa vida, desde luego, pero ahora vivimos, trabajamos y sufrimos para ella; nosotros la creamos y en esto —sólo en esto— radica el fin de mi existencia y, si se quiere, nuestra felicidad.Este progreso lineal fue la respuesta de Vershinin a Tusenbach, que había dicho que en ese futuro lejano, y a pesar de varias novedades rutilantes,
la vida seguirá siendo la misma, difícil, llena de misterios y feliz. Y dentro de mil años, el hombre suspirará, como ahora: “¡Ah, qué penoso es vivir!”, y al mismo tiempo, exactamente como ahora, tendrá miedo a la muerte y no la querrá.Para Tusenbach no hay ni habrá nunca felicidad plena, sino la tensión de vivir penando pero no tanto como para perderle el miedo a la muerte o incluso preferirla. Para Vershinin esa plenitud está en el futuro; no ahora ni a nuestro alcance, porque
para nosotros la felicidad no existe, no debe existir ni existirá. Nosotros sólo debemos trabajar y trabajar, mientras que la felicidad está reservada a nuestros lejanos descendientes. (Pausa.) Si yo no soy feliz, por lo menos lo serán los descendientes de mis descendientes.
3.1
Unos 40 años después que Chéjov, Borges le hace escribir algo similar a su bibliotecario babélico, aunque en clave fantástica:
Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.Ese ser es el «Hombre del Libro», un lector hipótetico del también hipotético «libro total», que es «la cifra y el compendio perfecto de todos los demás». El crecimiento generacional del saber que profetiza y evangeliza Vershinin tiende a una totalidad similar; le dice a Masha: «tiene que saber más y ver más de lo que supieron y vieron su padre y su abuelo».
En su utopía de progreso, Vershinin no desea que haya habido un individuo afortunado («¡uno solo, aunque sea, hace miles de años!»), «análogo a un dios»; en vez de eso, asevera que habrá una mayoría «inteligente e instruida», «dentro de doscientos o trescientos años», que creará finalmente la vida que el hombre necesita. Mientras no la tenga, «ha de presentirla, ha de esperarla, ha de soñar con ella, ha de prepararse para ella!».
Y eso es lo que hace en 1578 San Juan de la Cruz, que «en esta noche oscura de esta vida» puede ver «por fe» la otra, la posta, la eterna fuente de toda vida, sin límites espaciales ni temporales (sin origen y origen de todo, incluyendo toda luz), insuperablemente bella: divina. El poema se llama “Que bien sé yo la fonte” (a.k.a. “Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe”), pero pongo el fragmento de la letra que canta Rosalía donde están estos saberes que él tiene aunque es de noche:
Hasta la disolución de la URSS, mi padre tenía una fe así de larga pero en una humanidad socialista que ni él ni sus nietos iban a llegar a conocer. Después, en la segunda mitad de los 90, mientras espero el 114 me dice —dos tercios en broma, uno en serio— que él espera que al menos 1 de los mundos extraterrestres posibles sea socialista. Si no va a haber socialismo en la Tierra, que haya en otro planeta, pero que haya. Y mejor si es ahora o pronto, no miles de años atrás ni dos o tres siglos adelante.♫♪ Sé que no puede haber cosa tan bella,
y que cielos y tierra beben de ella,
aunque es de noche,
aunque es de noche,
aunque es de noche.
Bien sé que suelo en ella no se halla
y que ninguno puede vadearla,
aunque es de noche.
Su claridad nunca es oscurecida
y toda luz de ella es venida,
aunque es de noche ♪♫
Mi padre y San Juan de la Cruz tenían una Tierra Prometida; las tres hermanas moscovitas, un Paraíso Perdido; las tres hermanas francesas, dos, uno más perdido que el otro: su juventud y Avignon (ahí donde ♫♪ todos bailan y yo también ♪♫).
Son diferentes porque si bien tener un Paraíso Perdido es como tener una Tierra Prometida (no se lo tiene si no se desea o fantasea regresar), al revés no necesariamente; sin ir más lejos, Moisés no anduvo 40 años cantando
♫♪ ¡Ooooh, vamos a volver,
a volver, a volver,
vamos a volver! ♪♫
3.2
Al final del drama las tres hermanas moscovitas habrán perdido la esperanza (y renunciado al deseo) de recuperar su paraíso. A la vez que se embarcan en trabajos que terminarán de radicarlas en esa capital de provincia, sufren pérdidas: Masha acaba de casi enloquecer de pena por la partida de su amado Vershinin; Irina acaba de enterarse de que, a 1 día de la boda, su prometido no amado fue asesinado en un duelo por un competidor que cumplió una amenaza (le había jurado a ella que si no era él el elegido mataría al que fuera); Olga le resume su frustración a Vershinin en la despedida:
Todo sale al revés de lo que nosotros deseamos. Yo no quería ser directora y al fin me he convertido en directora. A Moscú, pues, no iré...Esa pérdida y renuncia es una infelicidad, pero al menos tiene un sentido. Abrazando a las otras, la hermana mayor lo dice en el monólogo de la última escena. Olga ahí, y no Masha en el epígrafe de Moro Simpson, toca el tema principal de la obra, que es el mismo que el del ensayo (la muerte y el olvido) más el sentido de vivir y de sufrir («el porqué de todo esto», acababa de decir Irina):
Pasará el tiempo y nos iremos para siempre. Se olvidarán de nosotras, olvidarán nuestros rostros, nuestras voces y cuántas éramos; pero nuestras penas se transformarán en alegrías para los que vivan después que nosotras, la felicidad y la paz reinarán en la tierra; los hombres encontrarán una palabra amistosa para los que vivimos ahora y nos bendecirán. Oh, mis queridas hermanas, nuestra vida aún no ha terminado. ¡Viviremos! ¡Esa música es tan alegre, tan gozosa! Un poco más, y sabremos para qué vivimos, para qué sufrimos...¡Si pudiéramos saberlo, si pudiéramos saberlo!El sentido que se busca no es un fin en sí mismo; es un medio para encontrarle un valor a la vida, venga o no sufrida o frustrante. (No importa cuándo leas esto.)
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