Quiero distinguir el desear o anhelar (un desear hondo y largo) del fantasear, por un lado, y del querer, por el otro.
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
Y quiero distinguir la felicidad de conseguir lo que anhela el corazón de otras felicidades más momentáneas y de otras fantaseadas, que no es igual que deseadas.
1.
En el cuento de Borges “La otra muerte”, la idea a explotar es que Dios puede revocar el pasado. Pero como la sustitución de una historia universal por otra no es instantánea, en lo que dura coexisten reemplazada y reemplazante y se producen contradicciones transitorias. pic.twitter.com/wjODKCjkxu
— el Zambullista (@Zambullista) January 15, 2022
La conjetura más fácil y menos satisfactoria «postula dos Damianes: el cobarde que murió en Entre Ríos hacia 1946, el valiente que murió en Masoller en 1904».
— el Zambullista (@Zambullista) January 15, 2022
La conjetura del narrador también tiene dos Damianes, pero uno llegando y el otro yéndose. Fue un milagro con testigos.
No fue como el milagro secreto que le dio a Hladík 1 año más de vida en un universo detenido, que reanudó su marcha con una ejecución.
— el Zambullista (@Zambullista) January 15, 2022
Pedro Damián también es beneficiario de un milagro privado: el canje de una muerte por otra en la historia universal, que no deja de ser lineal.
A los testigos de su muerte en 1946 y de su cobardía en 1904 se les cambió la memoria o se los mató (Abaroa, que lo vio morir, al poco tiempo «murió… porque tenía demasiadas memorias de don Pedro Damián»).
— el Zambullista (@Zambullista) January 16, 2022
–🎶…y quiero que me perdonen
por este día los muertos
de mi felicidad🎵
Damián protagoniza una felicidad. Su muerte no es grande: ocurre «en una triste guerra ignorada y en una batalla casera». Pero lo que importa es que ahí se cumple un deseo: «consiguió lo que anhelaba su corazón, y tardó mucho en conseguirlo, y acaso no hay mayores felicidades».
— el Zambullista (@Zambullista) January 16, 2022
Hladík también protagoniza una felicidad cumpliendo un deseo, aunque nadie se entere y acto seguido muera.
— el Zambullista (@Zambullista) January 20, 2022
«No trabajó para la posteridad ni aun para Dios, de cuyas preferencias literarias poco sabía». Sin un otro, su obra casera ya es más ignorada que la triste guerra de Damián.
Si la felicidad es conseguir lo que anhela el corazón, Damián lo consigue muriendo; Hladík lo consigue y muere.
— el Zambullista (@Zambullista) January 16, 2022
Damián anhela morir como un valiente; en su felicidad hay una performance. En la de Hladík hay una obra: «Si de algún modo existo… existo como autor de Los enemigos».
Al menos lo que pide concluir es una obra. Pero mientras la hace hay una performance inmóvil y una vez hecha, nada. Vale como proyecto (o futuro) y como trabajo (o presente), no como resultado (o pasado).
— el Zambullista (@Zambullista) January 16, 2022
¿Qué obra deja de existir ni bien empieza? O trasciende algo o no es obra.La no obra de Jaromir Hladík es «el delirio circular que interminablemente vive y revive» Jaroslav Kubin, que enloqueció cuando Julia de Weidenau, a la que alguna vez «importunó con su amor», se volvió novia de Roemerstadt.
— el Zambullista (@Zambullista) January 16, 2022
Kubin alucina ser “el imbécil con el que huyó mi mujer”. pic.twitter.com/PTr7nINuEh
A Damián el milagro le permite corregir su vida; a Hladík, justificarla.
— el Zambullista (@Zambullista) January 16, 2022
Una vida es rescatada de la deshonra criolla; la otra, de ser vana para un paladar europeo.
Vuelve el duelo o la danza entre las armas y las letras y entre los dos linajes que tiran de Dahlmann en “El Sur”.
2.
De noche, todos los gatos son pardos y todos los Juanes, Pedros. Con un poco de luz ya se distinguen: Pedro Damián desea morir acometiendo; Juan Dahlmann desea convalecer, pero a punto de morir acometiendo fantasea que lo hubiera elegido o soñado en la 1ª noche de hospital.
— el Zambullista (@Zambullista) January 16, 2022
🗡️>💉
Poco antes de fantasear una liberación, una felicidad y una fiesta, Dahlmann fantasea evitarlas: «No hubieran permitido en el sanatorio que me pasaran estas cosas». Ahí pierde la esperanza de no morir; al atravesar el umbral, el temor a morir. Recién entonces fantasea esa muerte.
— el Zambullista (@Zambullista) January 16, 2022
El sanatorio no está ahí para salvarlo (quedó atrás) ni su valioso libro logró «tapar la realidad», donde le impactó una 2ª bolita de miga, esta vez firmada por unas risas.
— el Zambullista (@Zambullista) January 24, 2022
El Norte está ausente (es pasado) o está y se usa pero es inútil para evadirse de un sureño peligro real.
No cuenta como fantasía el delirio bajo el cual Damián consiguió lo que anhelaba su corazón. Para él cuenta como real y los de afuera sabemos, desde los griegos, que somos la sombra de un sueño.
— el Zambullista (@Zambullista) January 16, 2022
En cambio, ninguna fantasía cuenta como real porque se hace invirtiendo la realidad. https://t.co/tRUq1NLbGT
Si no es un sueño, Dahlmann no está en la noche en que le clavaron la aguja, que es la temporalidad de su fantasía.
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
Tampoco lo está si es un sueño posterior a esa noche, como sería el delirio febril de una agonía. Lo está sólo si es un sueño de la anestesia, esté o no por morir.
Pero lo está de un modo inocuo, porque lo ignora. Vos, que creés eso, sabés que está soñando anestesiado; él no. Su sueño no es lúcido. No sabe que está en la noche de la aguja soñando con la noche del puñal, donde fantasea estar en la de la aguja eligiendo esa muerte liberadora.
— el Zambullista (@Zambullista) January 25, 2022
Como sea, fantasear esa muerte cuando se te viene encima no es igual que desearla y buscar merecerla. O que desear acabar la obra que creés que justificaría tu vida.
— el Zambullista (@Zambullista) January 16, 2022
Dahlmann elige lo criollo, pero no lo desea. Ávido es sólo por un libro antiguo; con su casa del Sur es indolente.
Esa indolencia domina la situación inicial, que el accidente surgido de la avidez bibliófila corta:
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
«Verano tras verano se contentaba con la idea abstracta de posesión y con la certidumbre de que su casa estaba esperándolo, en un sitio preciso de la llanura».
Cero avidez criolla.
En vez de una experiencia singular, los eucaliptos balsámicos y la casa rosada ex carmesí eran «una de las costumbres de su memoria». Y en general, «su directo conocimiento de la campaña era harto inferior a su conocimiento nostálgico y literario».
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
Dahlmann es un gaucho con Osde.
2.1
El ícono de la literatura gauchesca, que tiene voluntad de ser gaucha, es una de las cosas que fomenta el criollismo voluntario de Dahlmann, que es la voluntad de una voluntad.
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
Otras son nostalgias heredadas, como el daguerrotipo y la vieja espada. Otras, el desgano y la soledad.
La soledad es común a los tres. El otro letrado del trío, Hladík, se parece a Dahlmann:
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
«Fuera de algunas amistades y de muchas costumbres, el problemático ejercicio de la literatura constituía su vida».
Durante el año que transcurre en su mente hay soledad, pero no hay desgano.
Lo mismo vale para Damián, que «los últimos 30 años los pasó en un puesto muy solo», pero sin desgano: «Pensó con lo más hondo: “Si el destino me trae otra batalla, yo sabré merecerla”. Durante 40 años la aguardó con oscura esperanza» y se le dio, «por obra de una larga pasión».
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
Como Damián, Dahlmann empieza cobarde. Pero acaba resignado, no valiente (y tarda minutos, no 40 años).
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
Primero racionaliza su miedo: «se dijo que no estaba asustado, pero que sería un disparate que él, un convaleciente, se dejara arrastrar por desconocidos a una pelea confusa».
Después, cuando la retirada tendría nombre, la «pelea confusa» con peones ebrios se convierte en un «duelo» europeo por el honor, que Dahlmann no espera ganar ni teme perder.
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
El desafío a las fuerzas del mal que en el Norte hizo con un libro, lo perderá en el Sur con un puñal.
El romántico Dahlmann –narrador mediante– ve un duelo con fuerzas sobrenaturales, que habían sido despiadadas con una ¿mínima? distracción (la excluyente concentración en su objeto de deseo).
— el Zambullista (@Zambullista) January 26, 2022
Ese duelo cósmico se define en uno mundano, donde un mestizo hará lo que hizo un indio.
La historia de un bochazo en un examen de ingreso sería parecida.
— el Zambullista (@Zambullista) January 24, 2022
El viejo gaucho diría:
—¿Así que el Sur es tuyo o creés que pertenecés al Sur? Vení a probarlo. El examen es un duelo a cuchillo. Tirá ese libro, que no sirve ni para frenar una bolita, y levantá esta daga desnuda.
En vez de un bochazo, esa muerte podría ser la membresía del que elige pertenecer atraído por una muerte romántica. El abuelo fue criollo hasta el final; el nieto, desde. «A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos.»
— el Zambullista (@Zambullista) January 26, 2022
Moraleja: No elijas lejos de tus pasiones.
2.2
Hladík y Damián tienen su voluntad donde tienen su pasión, deseo o anhelo.
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
Dahlmann se parte: tiene su deseo en el Norte y su voluntad en el Sur. Voluntad para salvar –«a costa de algunas privaciones»– la estancia de los Flores, y para elegir su linaje y una muerte contrafáctica.
Hace sus elecciones «a impulso de la sangre germánica». El mismo romanticismo le hace ver en la 1ª frescura «un símbolo natural de su destino rescatado de la muerte»; en un libro, «un desafío alegre y secreto a las frustradas fuerzas del mal»; y en un gaucho, «una cifra del Sur».
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
Dahlmann es romántico en el modo de interpretar, pero también en el modo de percibir: al anti-racionalista, «el mecanismo de los hechos no le importaba».
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
En Tlön perciben como Dahlmann describe (enumera) el paisaje: «todas estas cosas eran casuales, como sueños de la llanura».
De lanza a daga, de batalla nacional a duelo personal contra un borracho y por una boludez: la de Dahlmann es una versión degradada de la «muerte romántica» que lo impulsó a elegir linaje. Y recién cuando ya es inexorable dice que la hubiera elegido antes (rápida su resiliencia).
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
No es un final feliz: no es lo que anhelaba su corazón. De hecho, en Dahlmann no hay anhelo: no tiene un deseo hondo y largo (de 1 año a 40, en el corpus).
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
Largas tiene la fantasía y la voluntad criollistas, que lo hacen sentir «hondamente argentino». Los deseos los tiene cortos.
Es corto el deseo de «examinar» la edición de Weil de Las 1001 noches (su arabismo era tan voluntario y de impulso europeo como su criollismo).
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
Pero también la felicidad de reconocer la ciudad en el viaje a Constitución. Y el placer del café que tomó acariciando un gato dormido.
Y la felicidad que «lo distraía de Shahrazad», cuando en el viaje en tren «cerraba el libro y se dejaba simplemente vivir».
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
Y el «goce tranquilo» del almuerzo nostálgico.
Y la «grave felicidad» del olor del trébol, que quiere hacer durar caminando despacio hacia el almacén.
Y la «satisfacción» con que registró la ropa del viejo gaucho acurrucado en el suelo, que «estaba como fuera del tiempo, en una eternidad» (igual que «el mágico animal» del Sur urbano).
— el Zambullista (@Zambullista) January 23, 2022
Dahlmann es feliz reaccionando a estímulos, nunca cumpliendo un anhelo –como Hladík y Damián.
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