Imaginemos que vamos al cine a ver una película; su título es “El sueño”. Como es de esperar, las tomas varían con relativa velocidad. A veces vemos, en primer plano, las nucas de unos espectadores en un cine y, al fondo, una pantalla que muestra escenas de la película “Triple traición”. Otras veces, la pantalla de “Triple traición” ocupa el espacio exacto de la pantalla de “El sueño”, y entonces sus escenas es todo lo que vemos. Pero ahora vemos unos primeros planos del rostro somnoliento de X, protagonista de “El sueño”. X ha trabajado mucho ese día; “Triple traición” (demos fe de que esa es la primera vez que la ve) le interesa realmente, pero el cansancio lo vence y X se duerme. Vemos entonces temblar y esfumarse la imagen; cuando recobra nitidez y firmeza estamos ya en el sueño de X.
Es aquí donde tiene lugar lo singular de la historia. Por una extraordinaria casualidad, X sueña la continuación de la película que dejó de ver al quedarse dormido. Las imágenes que X sueña y las imágenes que mientras tanto se suceden en “Triple traición” coinciden punto a punto, segundo a segundo. Su altísima improbabilidad hace asombroso este primer hecho. Pero hay un segundo hecho en la cadena que, por seguirse rigurosamente del anterior, nada tiene de extraordinario: X despierta y hay continuidad entre el sueño del que acaba de salir y la película que retoma. (Insisto: esto debe ser así, independientemente del momento en que X despierte, dada la estricta coincidencia que hay entre las dos secuencias de imágenes.)
Pasemos ahora a la decepcionante sección de los comentarios.
El primero se refiere a la experiencia de X. Tratemos de razonar su perplejidad al despertar. Si suponemos que en ese momento X puede discernir entre sueño y vigilia, debemos aceptar que no puede saber si en verdad las escenas que soñó y las que no vio por estar soñando son o no idénticas. Podrá averiguarlo después, cuando coteje su sueño con el testimonio de alguien que haya ido al cine más descansado que él. Dicho de otra manera: X sabe que su sueño hizo una continuación posible de “Triple traición”, pero no sabe si además de posible es la continuación real de la película; sabe también que el otro extremo de su sueño, el final, se acopla de manera plausible con la escena de “Triple traición” que ve al despertar; pero eso nada le asegura sobre la veracidad de su sueño.
No obstante aceptar que X no puede saber si las dos secuencias son idénticas o no, alguien puede suponer que, ni bien se despierta, así lo cree. Súbitamente, entonces, el acto de soñar (el hecho de haber soñado) se le torna falso o, al menos, inverificable: tiene conciencia de haber soñado pero no encuentra pruebas de ello. Como los actos de soñar y de ver no se distinguen aquí en sus efectos, X no nota ninguna diferencia en el pasaje de un estado al otro. Tal vez siente que el sueño ha sido revocado, anulado, cortado por la navaja de Ockham; o tal vez directamente no llega a creer que soñó y vive el resto de su vida sin contar jamás la anécdota de la vez que se quedó dormido en el cine (he aquí un género cuya mejor historia permanece escondida para siempre).
El segundo comentario se refiere a nuestra experiencia de espectadores de la película. Detrás de las escenas oníricas de “El sueño” corren las imágenes de “Triple traición”, pero nada perdemos a causa de ese ocultamiento. La pantalla de “El sueño”, que tapó a la pantalla de “Triple traición” (que había copado la pantalla de “El sueño”), es idéntica a ella; no es transparente, no es la misma: es otra que es idéntica, exhaustivamente coincidente. Cuando la pantalla de “El sueño” era ocupada total y exactamente por la de “Triple traición”, antes de que X se durmiera, esas escenas de “Triple traición” que veíamos en “El sueño” no eran escenas de la película “Triple traición”, sino de la película “El sueño”; el contenido de las escenas de “El sueño”, la película anfitriona, eran escenas de “Triple traición”, la película visitante. Se trata de cursar niveles sin confundirlos: una vez examinado, algo que es objeto de emisión –“Triple traición”– es a su turno algo que emite. (Si en lugar de emitir las escenas de “Triple traición” fingiese emitir las de “El sueño”, como “El sueño” finge primero emitir las de “Triple traición”, el juego de espejos enfrentados daría una típica serie infinita de pantallas sucesivamente citadas, incrustadas.) Distinto es el caso de las escenas del sueño de X. Las escenas son, como siempre, las de la película “El sueño”. Pero ahora no es cierto que el contenido de las escenas de la película “El sueño” sean escenas de la película “Triple traición”: son escenas que coinciden con escenas de la película “Triple traición”; pero en sí esas imágenes no pertenecen a la película “Triple traición”, sino al sueño de X, protagonista de “El sueño”.
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