Intensidades sufrientes (Tres tomas del dolor)



Toma 1

El dolor debe su eficacia al hecho de que nos suscita la incapacidad de verle un límite, de saberle un plazo, de conocerle una salida (el espacio del dolor es un laberinto, ya el de Babilonia o ya el de Arabia: un encierro intrincado o una libertad inútil).
El énfasis del dolor se resuelve en certidumbre de perpetuidad. La intensidad se traduce en extensión: Nunca dejaré de sufrir nace de la desesperanza de Sufro mucho.

Toma 2

Si la cuota de sufrimiento que puedo tolerar por vez es superada, el remanente lo reparto en otros instantes disponibles. Pronto un sufrimiento intenso ha anegado todo el tiempo vacante que puedo imaginar: el dolor se ha vuelto ineludible a los ojos que recorren el futuro; está allí, en todos los instantes que reviso. El dolor ya es infernal: ya es omnipresente, ya es perpetuo.

Toma 3

La esperanza requiere instantes vacantes; el dolor, cuando ocupa todos, la anula, la tapa. La felicidad ya no podrá visitarnos, dado que no tiene dónde alojarse. Infinitamente postergada, dejamos de creer en la promesa de esa visita. En esta desesperanza el dolor se nos figura inagotable. La perspectiva del sufrimiento se ha vuelto total: sólo recordamos, sólo vemos y sólo imaginamos dolor (cualquier otro recuerdo, percepción o imaginación, si son posibles, carecen de la fuerza suficiente para sacarnos de ahí).

No hay comentarios