La ilusión del movimiento



Ha­ga­mos una ca­rac­te­ri­za­ción he­te­ro­gé­nea de la ilu­sión del mo­vi­mien­to en el cine. Por em­pe­zar, la pro­du­ce el mo­vi­mien­to del rollo, la su­ce­sión de los fo­to­gra­mas que cru­zan, de a uno, a ve­lo­ci­dad con­ve­nien­te, un haz de luz que va a dar con­tra una pan­ta­lla. En se­gun­do lugar, la su­per­fi­cie que ocupa la pro­yec­ción de un solo fo­to­gra­ma al­can­za para todos. Fi­nal­men­te, el es­pec­ta­dor per­ma­ne­ce fijo en un sitio.

Para des­pe­jar la sen­sa­ción de ar­bi­tra­rie­dad que pueda haber sus­ci­ta­do esta ca­rac­te­ri­za­ción, bas­ta­rá con pro­po­ner otra ilu­sión ci­né­ti­ca. Esta vez, la ani­ma­ción será pro­du­ci­da por el mo­vi­mien­to del es­pec­ta­dor; en ella, la “pan­ta­lla” será tan ex­ten­sa como lo re­quie­ra la to­ta­li­dad de las imá­ge­nes, cada una de las cua­les es­ta­rá fija en la su­per­fi­cie que le toque ocu­par. Ima­gi­ne­mos una pista o una ruta; al borde de ella, un muro. En el muro im­pri­mi­mos cada una de las imá­ge­nes que con­tie­nen los fo­to­gra­mas de una pe­lí­cu­la de 2 horas, en cua­dros de 1 m de base. A bordo de un micro irán los es­pec­ta­do­res, con la vista per­pen­di­cu­lar al muro. Emu­lan­do la ve­lo­ci­dad de un pro­yec­tor, el micro via­ja­rá a 24 m/s (86,4 km/h). Unos me­tros de pista y de muro vacío ser­vi­rán para que el micro al­can­ce esa ve­lo­ci­dad, que de­be­rá man­te­ner cons­tan­te du­ran­te las 2 horas que dura la pe­lí­cu­la y los 172,8 km que abar­can sus cua­dros; otros me­tros de pista ser­vi­rán para que el micro des­ace­le­re, frene y deje a los pa­sa­je­ros en la piz­ze­ría donde dis­cu­ti­rán la obra que aca­ban de ver.

De un ar­ti­lu­gio al otro, se han per­mu­ta­do los roles de la ilu­sión ci­né­ti­ca: el rol fijo que en la sala de cine te­nían los es­pec­ta­do­res, lo tie­nen en el muro las imá­ge­nes; el rol di­ná­mi­co que allá te­nían las imá­ge­nes, lo tie­nen acá los es­pec­ta­do­res. De todos modos, no es esa di­fe­ren­cia entre roles la con­di­ción sin la cual no hay ilu­sión de mo­vi­mien­to, sino una di­fe­ren­cia de ve­lo­ci­da­des.

Para de­mos­trar­lo, su­pon­ga­mos que los cua­dros de un metro de lon­gi­tud no están im­pre­sos di­rec­ta­men­te en el muro, sino en una cinta sin fin que hemos ins­ta­la­do en el muro. Si esa cinta se des­pla­za­se, como nues­tro micro, a 86,4 km/h, ve­ría­mos por la ven­ta­ni­lla el mismo cua­dro du­ran­te las dos horas del viaje. La si­tua­ción es análo­ga a que, en el cine, la ima­gen –la de un fo­to­gra­ma– se con­ge­le en la pan­ta­lla por­que en el pro­yec­tor el rollo se de­tu­vo: en ambos casos, las imá­ge­nes y los es­pec­ta­do­res están a la misma ve­lo­ci­dad (en la pista, 86,4 km/h; en el cine, 0 km/h). Así, la ilu­sión del mo­vi­mien­to se pro­du­ce gra­cias a una di­fe­ren­cia de ve­lo­ci­dad entre las imá­ge­nes in­vo­lu­cra­das en la ilu­sión y aque­llos a quie­nes ésta 'en­ga­ña'. Para que po­da­mos ver nor­mal­men­te nues­tra pe­lí­cu­la, el micro tiene que ser 86,4 veces más veloz que los cua­dros del muro: si ellos 'se mue­ven' a 0 km/h, el micro de­be­rá ha­cer­lo a 86,4 km/h; si los cua­dros se des­pla­zan a 10 km/h, el micro de­be­rá ha­cer­lo a 864 km/h; si van a 86,4 km/h, el micro de­be­rá ir a 7.464,96 km/h; etc.*
El acto de leer, menos ex­cén­tri­co que ese paseo en micro, es una ex­pe­rien­cia si­mi­lar: nues­tra vista viaja a lo largo de una fila de le­tras fijas. So­me­ta­mos esa ex­pe­rien­cia nor­mal de la lec­tu­ra a una in­ver­sión análo­ga a la que so­me­ti­mos la ex­pe­rien­cia del cine. To­me­mos, por ejem­plo, los 4.135 ca­rac­te­res de este en­sa­yo (in­clui­dos los sig­nos de pun­tua­ción y los es­pa­cios en blan­co). Ima­gi­ne­mos que con ellos ha­ce­mos una pe­lí­cu­la en la que cada uno ocupa toda la pan­ta­lla du­ran­te 1 se­gun­do. (Para adap­tar la es­pa­cia­li­dad de la pá­gi­na a la li­nea­li­dad del rollo, con­ven­ga­mos en sus­ti­tuir por 5 es­pa­cios en blan­co –que en la pe­lí­cu­la serán una pausa de 5 se­gun­dos– la dis­tan­cia que hay entre el tí­tu­lo y el cuer­po del texto; por otros 5, la dis­tan­cia que hay entre el cuer­po y la nota al pie; y por 3 es­pa­cios, cada una de las tres se­pa­ra­cio­nes que hay entre pá­rra­fo y pá­rra­fo. Luego de esta adap­ta­ción, el guión de la pe­lí­cu­la ten­drá 4.135 + 19 = 4.154 ca­rac­te­res.) Así, al cabo de 69 mi­nu­tos y 14 se­gun­dos de pro­yec­ción ha­bre­mos leído “La ilu­sión del mo­vi­mien­to”. (Aquí, el guión de la pe­lí­cu­la es la pe­lí­cu­la misma –o con­tie­ne, al menos, todas las imá­ge­nes de sus 4.154 × 24 = 99.696 fo­to­gra­mas–.)



PD: Tiem­po des­pués de es­cri­bir (no de pu­bli­car) “La ilu­sión del mo­vi­mien­to”, pa­sa­ron por te­le­vi­sión esta pro­pa­gan­da:



Hay 1 comentario:

chicoverde
1 30 de septiembre de 2008, 0:34

marche un juicio a renault!
uff, que alivio, yo pensaba ingenuamente que habias escrito todo esto en unos meses! esta publicidad delata el tiempo de maceración de algunos de estos ensayos