Postular a la existencia el movimiento de un auto de Fórmula 1 a una velocidad igual o superior a la de la luz contradice una ley de la Física, no de la lógica (o como gustemos llamar al juego de conceptos). En cambio, postular un movimiento que no dura ni abarca contradice una ley de la lógica (el principio de no contradicción): niega lo mismo que afirma, se presenta y se vacía en el mismo acto. El concepto padece las mismas excepciones fatales (por totales) que el de una banqueta sin patas a la que le falta el asiento. Pero esta vez, en lugar de postular el absurdo, vamos a derivarlo, a inferirlo. O también: vamos a visitarlo al límite en el que tiene lugar, en el que es la combinatoria correspondiente, específica.
La velocidad, que es la medida del movimiento, consiste en una relación entre el espacio y el tiempo de un recorrido, términos que soportan tres clases de magnitudes: una nula (0), una infinita (∞), y alguna del resto, ni nula ni infinita (¬0, ¬∞), es decir, alguna finita. Éstas agotan sus combinaciones en 9 duplas espacio-temporales, que abarcan todas las situaciones posibles del movimiento (incluida su ausencia). Antes de glosarlas, las enumero por fórmula y nombre de fantasía, para que se pueda apreciar mejor cómo se distribuyen esas tres clases de magnitudes entre una distancia y una duración, cómo forman parejas integradas por un valor espacial y otro temporal nueve veces diferentes.
1) Distancia 0; Duración 0: No-movimiento.
2) Distancia ¬0, ¬∞; Duración ¬0, ¬∞: Movimiento.
3) Distancia ∞; Duración ∞: Movimiento perpetuo.
4) Distancia ∞; Duración ¬0, ¬∞: Límite espacial de aumento de velocidad.
5) Distancia ¬0, ¬∞; Duración 0: Límite temporal de aumento de velocidad.
6) Distancia ∞; Duración 0: Límite espacio-temporal de aumento: Velocidad máxima.
7) Distancia 0; Duración ¬0, ¬∞: Límite espacial de disminución de velocidad.
8) Distancia ¬0, ¬∞; Duración ∞: Límite temporal de disminución de velocidad.
9) Distancia 0; Duración ∞: Límite espacio-temporal de disminución: Velocidad mínima.
Siguiendo su mismo orden, pongamos en prosa la receta de arriba.
1) Recorrer una distancia nula en un tiempo nulo (algo así como abarcar instantáneamente un punto) equivale a no haberse movido ni haber transcurrido, sino meramente estar (en un punto en un instante).
La distancia es una diferencia entre dos puntos: un tramo. La duración es una diferencia entre dos instantes: un lapso, un rato. Moverse es recorrer un tramo durante un rato. Si en vez de diferencia tenemos identidad (los puntos e instantes de inicio y de final son los mismos), ya no habrá por dónde ni cuándo moverse; en vez de distancia tendremos un punto, y en lugar de duración, un instante.
Algo de esto es lo que se quiere decir cuando se afirma que no existe un estado de movimiento que adquiera la flecha que vuela y no adquiera o pierda la que no. En cualquier instante de su movimiento, la flecha, que no ocupa dos sino un lugar por vez, está tan “inmóvil” como en cualquier instante de su residencia en la funda o de su estadía en el blanco. Sea la inmovilidad de un fotograma del vuelo o la de una foto en el blanco, no se trata, estrictamente, de una quietud, porque la quietud es una inmovilidad que dura, como veremos.
Por lo mismo que en ese instante no hay movimiento, tampoco velocidad. En una pista circular, a una velocidad instantánea, el instante de activarse el cronómetro, el instante de largar X, el instante de volver X y el instante de parar el cronómetro coinciden (indiscernibles de un instante de inmovilidad); por eso la velocidad de un instante aislado no puede ser medida. Lo que hacemos es abreviar a voluntad el intervalo entre el arranque del cronómetro y su interrupción, para calcular en algún lapso la relación (llamada velocidad) entre el espacio recorrido y el tiempo transcurrido.
2) Recorro una distancia finita en un tiempo finito. Eso significa simplemente que en un instante estoy en un lugar y en otro instante, en otro lugar. Hasta donde estoy enterado, este es el único desplazamiento involucrado o estudiado en el mundo físico, donde rige el límite de la velocidad de la luz.
3) Si recorro una distancia infinita en un tiempo infinito, es que mi desplazamiento es incesante, perpetuo (de perpetuo consumo de espacio y de tiempo). En términos de valores espaciales y temporales, estamos en la antípoda del no-movimiento y su doble cero; es la situación de pureza u homogeneidad de la magnitud liminal que faltaba, la del doble infinito.
En la primera situación, mi velocidad es de 0 km/h; en las otras dos, de n km/h (donde n>0).
Las seis situaciones restantes muestran los límites conceptuales en el aumento y en la disminución de la velocidad de un desplazamiento; se trata de series infinitas convergentes que tienen por límite inactualizable el valor "0" o el valor "∞".
4) Caminando, recorro 5 kilómetros en 1 hora. En un auto común, recorro 100 kilómetros en 1 hora. En un auto de Fórmula 1, recorro 250 kilómetros en 1 hora. Si el límite del aumento de velocidad fuese actualizable, en 1 hora podríamos recorrer una distancia infinita (una cantidad infinita de kilómetros: tantos como números naturales hay). La variable inactualizable de la fórmula del límite es la espacial; de ahí que lo llame límite espacial del aumento de la velocidad.
5) En 1 hora recorro 5 kilómetros, caminando. En un auto común, recorro en 3 minutos 5 kilómetros. En un auto de Fórmula 1, hago en apenas 1 minuto con 20 segundos los 5 kilómetros. Si el límite temporal del aumento de velocidad fuese actualizable, una distancia de 5 kilómetros podría ser cubierta en un tiempo 0 (esta es ahora la variable inactualizable de la fórmula del límite).
6) Así, el incremento de velocidad tiene un doble límite: la infinitud de la distancia recorrida y la nulidad de la duración del viaje. Si pudiéramos transgredir ese doble límite y recorrer una distancia infinita en un tiempo nulo (esto es, abarcar instantáneamente una infinitud), habríamos alcanzado la máxima velocidad concebible, el colmo de la rapidez.
7) Camino 10 metros en 1 hora. Aminoro el paso: recorro 5 metros en 1 hora. Me vuelvo aun más lento: hago 2,5 metros en 1 hora. Si el límite espacial de la disminución de la velocidad fuese actualizable, podríamos recorrer en 1 hora una distancia nula.
La película de una inmovilidad (como la de una montaña) supone recorrer una distancia nula en un tiempo finito. Permanezco acá, me limito a transcurrir, congelado como en la mancha hielo, detenido como el universo físico de Hladík mientras su mente cursa un año. Como saben las estatuas vivientes, la quietud se demuestra en el tiempo; en una instantánea, cualquiera está quieto, porque no puede no estarlo (imagino el anuncio del absurdo: “Concurso de estatuas vivientes. Mandar foto”); la gracia es permanecer inmóvil en una película o en un show en vivo. Esa inmovilidad acumulada es la quietud o el reposo.
8) En 1 hora cubro 10 metros; luego, en 2 horas; luego, en 4. Si el límite temporal de la disminución de la velocidad fuese actualizable, podríamos recorrer 10 metros en un tiempo infinito.
9) Así, la disminución de velocidad tiene también un doble límite: la nulidad de la distancia recorrida y la infinitud de la duración del viaje. Si fuese posible transgredir ese doble límite y recorrer una extensión nula en un tiempo infinito (algo parecido a demorar una eternidad para “abarcar” un punto), habríamos alcanzado la mínima velocidad concebible, el colmo de la lentitud.
Resumo. Si el límite de un aumento de velocidad fuese actualizable, un móvil podría recorrer una distancia finita o una distancia infinita en un tiempo nulo, o recorrer en un tiempo finito o en un tiempo nulo una distancia infinita. Y si el límite de una disminución de velocidad fuese actualizable, un móvil podría recorrer una distancia finita o una distancia nula en un tiempo infinito, o recorrer en un tiempo finito o en un tiempo infinito una distancia nula.
En cada uno de los dos límites de velocidad, el movimiento peca por falta y goza o sufre por exceso. En el límite de un aumento, el absurdo de un viaje sin duración (ya sea por un tramo o por una pista infinita) acompaña a la proeza de cubrir una infinitud (en un rato o en un instante). En el límite de una disminución, el absurdo de un tránsito por una extensión nula (ya sea por un rato o una eternidad) acompaña a la anti-proeza de demorar una eternidad (para cubrir un tramo o un punto). Combinemos los dos absurdos y obtendremos el absurdo cabal del movimiento, el dibujo de su vacío: un movimiento que no dura ni abarca no es un movimiento. Para compensar o acompañar esas carencias, combinemos las proezas de rapidez y de lentitud, y obtendremos la utopía del movimiento, su doble afirmación maximizada: un movimiento que dura una eternidad y abarca una infinitud, perpetuo y omnipresente, como Dios.
Parece que a ese nivel de combinación, el último, las diferencias son extremas y sencillas: el absurdo del movimiento es lo opuesto a una maximización del movimiento; es lo contrario de la plenitud, es una anti-plenitud (y viceversa), como pasa entre la Nada y el Todo, o entre el 0 y el ∞.
No hemos hecho otra cosa que derivar, en lugar y luego de postular, las situaciones con valores liminales (0 e ∞) idénticos (la 1 y la 3). Son el no-movimiento y el movimiento perpetuo, pero también son el absurdo y la utopía del movimiento, si se los ve formándose como dos acordes o rimas de límites, dos voces que cantan en contrapunto, dos fenómenos de circo igualmente alejados de la normalidad de portar valores idénticos no liminales (¬0, ¬∞).