Concedamos que el plan de acción que publicó Z es el mejor en caso de una invasión a su territorio; imaginemos que incluye un movimiento infalible en el que el invasor queda acorralado y sitiado. Z confía tanto en la infalibilidad de su estrategia que subestima los riesgos de difundirla; da la ventaja deportiva de renunciar al factor sorpresa, al acceso invisible, al secreto militar. Esa publicación hace que X, como el resto, sepa cómo y dónde moverá Z después de su invasión. Ahí irá a buscarlo por sorpresa X, cuando logre hacerle creer a Z que hay una invasión, sin necesidad de hacer una real, irremediablemente ruinosa; cuando logre que Z se lance sobre su maniquí para abordarlo por la retaguardia. La infalibilidad de la respuesta de Z no es refutada por la simulación exitosa de X, pero sí superada.
No hay que exagerar los estragos de la difusión que hace Z, como si para X el dato fuera inaveriguable, impredecible. El engaño que moviliza fuerzas reales, el gato por liebre, ya es útil aun si no se sabe cuál es la reacción que tendrá el invadido: precisamente para averiguarla (por ejemplo, estudiando la muestra de varias reacciones, todas obtenidas con ilusiones que para Z son indiscernibles de invasiones genuinas). Si Z le regala ese dato, X se ahorra la averiguación y pasa a la segunda fase de su plan: ir a sorprender a Z adonde sabe que malgastará su estrategia perfecta con un simulacro.
Luego, es crucial para Z lograr el mejor discernimiento posible entre lo que se hace y lo que se finge hacer; sin eso, ni siquiera alcanza con tener una respuesta irrebatible (del mismo modo que el mejor insecticida es inocuo con una cucaracha de plástico). Y es crucial para X afinar sus simulaciones para dejarlas fuera del alcance del discernimiento de Z. La primera batalla a ganar es la de los espejismos y hechizos afines (como el de “El brujo postergado” o el de cualquier falsificación o engaño mimético; entre otros, un camaleón, un pulpo, una mantis religiosa pueden ser X; entre otros, cualquiera de sus presas o de sus depredadores a engañar puede ser Z, incluyendo algunos de los que pueden ser X). Recién si Z logra hacerse inmune al engaño y el amague, su respuesta infalible le alcanza para repeler cualquier invasión; si no, la aplicación engañada de la reacción ganadora lo hace vulnerable, lo expone a una contra-emboscada. El destino de Z es la gloria o la ruina, según discierna mejor o peor de lo que X engañe.
9 de abril de 2009, 15:57
Ah, entonces lo de La Paz el otro día fue de esta naturaleza. ¿Cuando los atacamos por retaguardia? Entonces, ¿tenemos algo mejor que el espejismo de Messi, Tévez y Agüero? ¿Román?
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9 de abril de 2009, 16:03
¿Se acuerda que había algo parecido comentado por Dolina? Era sobre el pan lactal en los supermercados. El dueño del super acomodaba los panes más viejos en el frente de la góndola para que el cliente se los llevara primero. Pero el cliete se había avivado de esta jugada perversa y entonces, agarraba el del fondo. Sin embargo, el supermercadista, que sospechaba de la astucia del cliente, en realidad los ponía atrás sin percatarse de que el cliente ya intuía esta maniobra. Y así...
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10 de abril de 2009, 15:44
Esto con letras no sé si estoy en pensamiento científico o matemáticas :P
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11 de abril de 2009, 12:45
Sí, es verdad, lo vengo diciendo hace mucho, esto está muy confuso. ¿Estos X y Z son los mismos que se vieron después de muchos años y deben reconocerse y resulta que ahora se tienen que cuidar ya no sólo de que uno lo invada al otro, sino de que uno lo invada falsamente (que es lo más peligroso) y le haga gastar pólvora en chimango al otro? ¿Es el mismo X que tenía problemas para actuar un poco mejor de lo que lo hacía pero que ahora lo hace entrar como un caballo a Z? O peor aún ¿es el mismo que tenía excesivas dificultades para matar una miserable cucaracha y ahora resulta que te invade una nación? O este X va evolucionando a pasos agigantados en esta especie de biografía que es el blog o son como Druppy (un batallón de iguales). Y hasta acá llego; no digo nada de sus hijos: X1, X2, X3, que dejó regados por el blog y que encima son con distintas mujeres, respectivamente 1, 2, 3... Así va el país...
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11 de abril de 2009, 12:48
me faltó agregar: "soy Gerardo de Wilde, felicitaciones por el programa, me hacen mucha compañia todos los días"
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11 de abril de 2009, 18:55
Al Gerardo del 9 de abril de 2009 16:03:
No me acordaba lo del pan lactal. Pero el recuerdo (y el enfoque) de su merced me hizo recordar lo que el cuervo Oscar Passet dijo del penal que le atajó a su ex compañero el Beto Acosta a los 75 minutos del Boca 3 - San Lorenzo 4 del Clausura 1993, que jugaron el 28 de marzo. Fue algo así: "Yo sabía que él sabía que en los penales en general elijo el palo izquierdo para tirarme. Pensé que él iba a creer que entonces yo le iba a cambiar el palo. Por eso me tiré a la izquierda, y se lo atajé."
También me acordé del que Freud llama el chiste del escéptico en El chiste y su relación con el inconsciente (1905): "Dos judíos se encuentran en un vagón de un ferrocarril de Galitzia.
«¿A dónde vas?» pregunta uno de ellos. «A Cracovia», responde el otro. «Ves lo mentiroso que eres –salta indignado el primero–. Si dices que vas a Cracovia, es para hacerme creer que vas a Lemberg. Pero ahora sé que de verdad vas a Cracovia. Entonces, ¿para qué me mientes?»"
También me acordé del chico que ganaba bolitas al juego de adivinar si su rival tenía una cantidad par o impar; lo recuerda Dupin en "La carta robada", de Poe (traducción de Cortázar):
«Una cierta cantidad de recursos altamente ingeniosos constituyen para el prefecto una especie de lecho de Procusto, en el cual quiere meter a la fuerza sus designios. Continuamente se equivoca por ser demasiado profundo o demasiado superficial para el caso, y más de un colegial razonaría mejor que él. Conocí a uno que tenía ocho años y cuyos triunfos en el juego de "par e impar" atraían la admiración general. El juego es muy sencillo y se juega con bolitas. Uno de los contendientes oculta en la mano cierta cantidad de bolitas y pregunta al otro. "¿Par o impar?" Si éste adivina correctamente, gana una bolita, si se equivoca, pierde una. El niño de quien hablo ganaba todas las bolitas de la escuela. Naturalmente, tenía un método de adivinación que consistía en la simple observación y en el cálculo de la astucia de sus adversarios. Supongamos que uno de éstos sea un perfecto tonto y que, levantando la mano cerrada, le pregunta: "¿Par o impar?" Nuestro colegial responde: "Impar", y pierde, pero a la segunda vez gana, por cuanto se ha dicho a sí mismo "El tonto tenía pares la primera vez, y su astucia no va más allá de preparar impares para la segunda vez. Por lo tanto, diré impar." Lo dice, y gana. Ahora bien, si le toca jugar con un tonto ligeramente superior al anterior, razonará en la siguiente forma: "Este muchacho sabe que la primera vez elegí impar, y en la segunda se le ocurrirá como primer impulso pasar de par a impar, pero entonces un nuevo impulso le sugerirá que la variación es demasiado sencilla, y finalmente se decidirá a poner bolitas pares como la primera vez. Por lo tanto, diré pares." Así lo hace, y gana. Ahora bien, esta manera de razonar del colegial, a quien sus camaradas llaman "afortunado", ¿en qué consiste si se la analiza con cuidado?
—Consiste —repuse—, en la identificación del intelecto del razonador con el de su oponente.
—Exactamente —dijo Dupin—. Cuando pregunté al muchacho de qué manera lograba esa total identificación en la cual residían sus triunfos, me contestó: "Si quiero averiguar si alguien es inteligente, o estúpido, o bueno, o malo, y saber cuáles son sus pensamientos en ese momento, adapto lo más posible la expresión de mi cara a la de la suya, y luego espero hasta ver qué pensamientos o sentimientos surgen en mi mente o en mi corazón, coincidentes con la expresión de mi cara." Esta respuesta del colegial está en la base de toda la falsa profundidad atribuida a La Rochefoucauld, La Bruyère, Maquiavelo y Campanella.
—Si comprendo bien —dije— la identificación del intelecto del razonador con el de su oponente depende de la precisión con que se mida la inteligencia de este último.
—Depende de ello para sus resultados prácticos —replicó Dupin—, y el prefecto y sus cohortes fracasan con tanta frecuencia, primero por no lograr dicha identificación y segundo por medir mal —o, mejor dicho, por no medir— el intelecto con el cual se miden.»
Homero aplica el método del colegial para saber a dónde llevó Flanders a bautizar a Bart, Lisa y Maggie (http://www.youtube.com/watch?v=HbqbiwiBiOk).
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11 de abril de 2009, 21:14
A la Maru del 10 de abril de 2009 15:44:
Desconozco esas dos materias, pero me gusta que me veas cerca de cosas que tienen esos nombres tan agradables (aunque me parece que no para vos, ¿no?).
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21 de abril de 2009, 0:20
Jaja, también pensé en Dupin cuando lei lo de Gerardo, aunque seriamente contaminado por una experiencia propia. Dado que, luego de leer el cuento, incorporé la estratagema al "piedra, papel o tijera". Gracias a ello fui invencible por un par de meses, pero el más tenaz de mis adversarios (de perder y perder y perder) aprendió, sin mediar explicación alguna, cual es el truco y ahora la victoria queda un pasito más cerca del azar (y de quien haya tomado menos, solemos hacerlo en bares).
-(Pobre Bart, tan predecible, siempre elige piedra.)
-(La buena piedra; nada le gana.)
(inconcebible que este video no este en youtube)
El programa ese de Canal 7 es un caño. Lástima los efectos que el agregan (como los ruidos de trompadas religiosas, así, a lo Rocky).
Por cierto, un honor ser linkeado.
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26 de mayo de 2009, 19:44
Perico Pérez aclara todo:
http://www.ijigg.com/songs/V244CCC0PA0
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27 de mayo de 2009, 2:06
Al Gerardo del 26 de mayo de 2009 19:44:
Muchas gracias por el aporte del suertudo Perico Pérez. Todo un hallazgo.
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27 de mayo de 2009, 2:51
Al Gerardo del 11 de abril de 2009 12:45:
Antes que nada, gracias por el recorrido por las vicisitudes de X y Z por el blog. En un divague en el que reemplazaban nombres por iniciales, Stronatti le dice a Dolina: "La otra vez lo vi a X. Andaba en un problema...". Es un chiste que me sigue causando la misma gracia que la primera vez.
Una de las "tramas" que prometo (y todavía no cumplo) con lo de "Temas y tramas" es la trama X, que agrupe todos los ensayos donde aparece X. Como su presencia ha ido creciendo, la trama y el blog corren el riesgo de coincidir.
X es un comodín del mazo; Z es el otro. M ó P, en cambio, son cartas definidas que elijo no identificar (a diferencia de "Nicolás", por ejemplo, pero que tampoco dice mucho).
Siguiendo tu idea, el blog sería la biografía de un comodín, con la que pretendo contar en qué "problemas" pueden andar las otras cartas del mazo.
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19 de diciembre de 2012, 17:14
Respuesta a El zambullista:
Aporto escaneo y transcripción de lo publicado en el diario Clarín el 29 de marzo de 1993:
«· Oscar Passet: “¿El penal que le atajé a Acosta? Los dos nos conocemos muy bien. El tema era quién se imponía mentalmente al otro. Suena medio raro pero yo sabía que el Beto sabía que yo sabía que siempre pateaba los penales a la izquierda de los arqueros. Acosta cambió porque pensó que yo iba a hacer la lógica. Por eso me arrojé a mi derecha y lo saqué. Yo sabía...”»
No era Passet, como recordaba yo, el que elegía el palo izquierdo para tirarse en los penales, sino Acosta para patearlos (lo de izquierdo fue un acierto casual, no un recuerdo). Y no eran dos los cambios entre izquierda-derecha que hizo Passet (lo que lo terminaba volviendo a la primera opción, izquierda), sino uno. En términos de Dupin, Acosta se comporta como el «perfecto tonto» que gana la primera vez con bolitas pares y prepara impares para la segunda: habiendo pateado antes a la izquierda, patea ahora a la derecha.
Pero en términos de chicoverde (el honor es mío), si Acosta y Passet dan muchas (más de dos) vueltas de tuerca, “la victoria queda un pasito más cerca del azar”, mal que le pueda pesar al razonador Dupin. En su declaración, Passet supone que Acosta cambió una sola vez, de izquierda a derecha, y explica así el haberle atajado el penal. Pero lo mismo habría pasado si Acosta (no tenemos su testimonio) hubiera cambiado 3, 5 o cualquier número impar de veces, que siempre dan derecha (o sea, cambio de palo habitual). Y otro habría sido el resultado si, jugado Passet a un cambio de palo, Acosta no hubiera cambiado su costumbre (0) o si la hubiera cambiado un número par de veces, que siempre dan izquierda (ejemplifico con 2, el número de anticipos que razona «un tonto ligeramente superior al anterior»: siempre los pateo a la izquierda; Passet, que lo sabe, va a pensar que se lo voy a patear a la derecha, así que se lo voy a patear a la izquierda, como siempre).
Como se ve, la opción entre cambio o permanencia de estrategia reedita la opción entre un número par o uno impar (de cambios, ya que no de bolitas). Y si a la alternativa izquierda o derecha le agregamos centro, como suelen patearse algunos penales, el duelo reedita el de piedra, papel o tijera. Cuando la diferencia no la hace la lógica, si no la hace la psicología la hace la suerte.
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19 de diciembre de 2012, 18:17
Respuesta a Gerardo:
El link que dejaste ya no funciona. Lo reemplazo por este:
http://www.youtube.com/watch?v=PJJT9GJTxUY
Buscando este reemplazo me enteré de que Perico Pérez atajó 14 penales al hilo entre el 4 de abril de 1971 y el 24 de junio de 1973, cuando Ramón Heredia, de San Lorenzo de Almagro, cortó la serie en un 2-1 contra River.
Una suerte tan larga sería todavía más extraordinaria que una habilidad tres veces más larga, por decir un número.
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