Sinopsis
Deseamos lo que no sabemos si habrá o no habrá (“Ojalá mañana llueva”), si hay o no hay (“Ojalá esté lloviendo allá”), si hubo o no hubo (“El comandante y la tripulación les desean que hayan tenido un buen viaje”). El no saber sobre un evento lo habilita a ser objeto de deseo o motivo de temor (que es la forma negativa de la esperanza, que es la versión pasiva –expectante– del deseo de un evento).
Escena 1. Toma 1.
La jerarquía dolorosa del temor se monta sobre una línea de tiempo en la que los eventos temidos se orientan (como posteriores, simultáneos o anteriores) respecto del momento en que se los teme, el presente de la experiencia. Así, mayor que el miedo a que (o el deseo de que no) pase algo indeseado, de manera inminente –terror– o adviniendo a lo lejos –temor–, es el miedo a que (o el deseo de que no) esté pasando algo indeseado; y mayor que éste es el miedo a que (o el deseo de que no) haya pasado algo indeseado. Lo irrevocable es más temible que lo imparable (o irrestañable), que es más temible que lo inminente, que es más temible que lo inexorable.
La energía contra temores, miedos y terrores se gasta menos cuanto más alejados del presente de conciencia y conocimiento estén sus causantes; también, cuanto más justificado esté ese no estar enterados que hace posibles o sensatos aquellos deseos o temores.
Escena 1. Toma 2.
Todos los deseos que están a favor (las esperanzas) o en contra (los temores) de un hecho posible dicen sus preferencias sobre lo que no se sabe (qué pasará, qué va a pasar, qué pasa, qué ha pasado: de menor a mayor gasto emocional, de mayor a menor justificación por no estar enterados). (En rigor, el grado de menor justificación no lo tiene el pasado, que es siempre de lo ausente; es el que combina el presente con la presencia: si deseás –o temés– estar leyendo esta página es porque no sabés que estás leyendo esta página, lo que debería preocuparte doblemente.)
Para decirlo más simple: las expectativas, favorables o desfavorables, se tienen sobre (una noticia de) un pasado, un presente o un futuro desconocidos (de manera inevitable, en el último caso, y evitable, en los dos primeros –en evitarlo consiste el estar enterados).
Escena 2.
En cambio, lo que se sabe o lo que se cree que es cierto no habilita deseos, sino como mucho fantasías contrafácticas: utópicas (sé o creo que pasará A, y fantaseo cómo sería si en ese momento pasara B); burreras (sé o creo que va a pasar A, y fantaseo cómo sería si de pronto pasara B); ensoñadoras (sé o creo que está pasando A, y fantaseo cómo sería si estuviera pasando B); y nostálgicas (sé o creo que ha pasado o pasó A, y fantaseo cómo sería si hubiera pasado B).
Escena 1+2.
Resumiendo, el carecer o el disponer de conocimiento respecto de algo decide qué clase de deseo podemos tener sobre ese algo, si es que vamos a tener alguno: si lo conocemos, podemos fantasear alternativas (todas menos la conocida); si lo desconocemos o logramos ignorarlo, podemos desearlo, entre otras alternativas. En ambos casos, conociendo o desconociendo, siempre existe la alternativa de permanecer sin desear, ni jugando con ni jugado por.
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