El gesto



And the winner is...


Una digresión veterana (odiaba el copy-paste) le enseñaba a una nueva qué era ser ellas. En ese momento recurría a qué implicaciones tenía eso que eran para el universo de eventos en el que se iban a insertar. De todas las implicaciones, las más resistidas eran, naturalmente, las que imponían límites, las que decían qué cosas no eran posibles en razón de ser una una digresión. Una de esas danzas de implicación y resistencia hace que estemos acá.

La experimentada le dijo a la nueva que no tiene sentido que una digresión encabece un ensayo, en lugar de interrumpirlo; no va a tener de qué ser una digresión, la pobrecita. Podrá parecer parasitaria la cosa, pero es lo que hay. Por lo tanto (otro corolario de la definición, momento positivo de lo que implica ser eso), lo suyo será entrometerse con el mejor sentido posible de la oportunidad. Nada de desertar de la tarea que la define: nada de andar encabezando cosas a interrumpir.
Tal vez porque la experimentada había convertido una imposibilidad en una prohibición, la nueva la convirtió en una dificultad y un reto. Le apostó entonces a que se animaría a superar sus límites, a perpetrar el absurdo de aparecer en primer lugar; juró que podía sobrevivir a no tener sentido, que se la bancaba, y así. La vieja le subió la apuesta:
–Ya que estás, ¿por qué no te mandás a aparecer en único lugar? No encabeces el ensayo; corporizalo, a ver si te sale.

Con eso, al menos le mostraba que sabía que en la muerte de la función estaba el nacimiento del gesto (que en este trance, en rigor, se cobra dos de esas muertes: la de una digresión y la de un ensayo).
Y así terminamos acá.

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