ensayos
Mahoma yendo a la montaña es la búsqueda de un objeto real; en la de uno virtual, un buscador le trae la montaña a Mahoma luego de un click.
— el Zambullista (@Zambullista) 17 de septiembre de 2016
X está de merecidas vacaciones, así que llamé a Mahoma. Pero la montaña es tan grande que es cosa y lugar. Mi unicornio azul lo haría mejor.
— el Zambullista (@Zambullista) 17 de septiembre de 2016
Allá abajo andan siendo onda y partícula. Para no ser menos, acá la montaña alterna entre ser lugar (la visitan) y ser objeto (visita ella).
— el Zambullista (@Zambullista) 17 de septiembre de 2016
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• Navegando fuera del tarro
13 de enero de 2011, 16:13
1.
Como todos saben, un post puede ser editado. Dejando de lado el hackeo y la usurpación de identidad (el robo intelectual de sustituir una firma por otra o la impostura de hacerse pasar por el firmante), en cualquier otra pantalla que no sea la del editor posible del post hay copias; el post sólo está ahí donde puede ser editado.
2.
Un mail tiene fecha de envío, que puede ser o no también la de escritura. Nosotros, si así lo decidimos, nos quedamos con una copia; pero el original sólo está, si todavía está, en la casilla de nuestro destinatario, que tampoco puede editarlo sin adulterarlo. Sin trucos, un mail enviado no puede ser editado ni acá donde no está (obviamente) ni ahí donde está después de haber viajado. Es tan inmodificable y tan repetible como una jugada que no terminó en gol.
3.
Un post hecho de fragmentos de mails, encima fechados, combina una libertad y su limitación: puede (en tanto post) pero no debe ser editado, para mejor cumplir con la autenticidad documental de los fragmentos que lo componen. Redundo: a un post así le conviene resignar el derecho de edición para verosimilizar (o mimetizarse mejor con) los mails de que está hecho, que no lo tienen. Si se necesita rectificar o ampliar, es preferible recurrir a un comentario, que además tiene las mismas limitaciones que un mail.
4.
Una vez que se publica, un comentario no puede ser editado, a diferencia de un post y al igual que un mail ya enviado.
La enajenación no es completa. El autor de un comentario comparte con el de la entrada comentada (sean o no el mismo) un único poder sobre lo que escribió: el poder de eliminarlo (el poder del administrador del blog es doble: puede eliminar cualquier comentario, no sólo los propios). Les tocó una sola modificación posible, y drástica.
Hasta hace poco, la eliminación no era limpia: dejaba la ominosa huella de su noticia en la leyenda ambigua que todavía pone Blogger, si uno no opta por marcar ¿Eliminar para siempre? (No se puede deshacer): “El autor [del comentario] ha borrado el comentario”. Una vez usado, el espacio para los 4.096 caracteres que nos da Blogger para comentar no era una caja de arena; no se podía hacer borrón y cuenta nueva sin que se viera el borrón.
5.
Un comentario se elabora para su publicación, o un mail para su envío, como se ensaya una obra de teatro para su estreno o como se prepara un actor en su camarín mientras espera un llamado para salir a escena. Pero una vez que se publica o envía, “pieza apoyada, pieza movida”.
Como en el ajedrez, en un diálogo cada uno tiene que mantener sus jugadas. La regla de irrevocabilidad viene a pactar la paz (el desarme) de las modificaciones ventajeras. A diferencia de un post, comentario y mail son mensajes: turnos o guiones de un diálogo que abren o continúan; son parte de una obra compartida, que es lo que son una correspondencia epistolar o el hilo de una conversación.
Las situaciones de comunicación o espectáculo tienen un plazo para actuar y la urgencia ante su vencimiento. Luego viene, en el peor de los casos, la insatisfacción por el resultado obtenido o el arrepentimiento de la decisión tomada, si no fueron felices y uno se queda con hambre de una segunda oportunidad. Sólo en ese estado de necesidad se incuba el deseo de revocación.
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