1.
En otro ensayo vimos una falsedad verosímil, tal vez a un grado máximo. En otro, verdades inverosímiles que exigían igual desconfianza ciega para desenmascararlas. En este, otra verdad inverosímil jugará de reverso de una falsedad verosímil.
En la novela breve El mago, de César Aira, el protagonista engaña (secretamente) que engaña (públicamente): finge hacer magia mientras se manda milagros verdaderos. Es menos verosímil lo que es cierto (tiene poderes para hacer prodigios) y es falso lo que es más verosímil (hace magia, son trucos).
2.
Imaginemos que X y Z pueden realizar exactamente los mismos prodigios e igual de bien. Pero X declara que es mago, que lo suyo es ilusionismo, no milagro. Z declara que él tiene realmente los superpoderes necesarios para hacer cosas que el resto de los mortales no. Para el público del doble espectáculo, la más verosímil es la explicación de un buen mago que demuestra que eso mismo que consigue Z se puede conseguir con un truco. Mientras X y Z mantengan su paridad de logros, esto será lo más razonable para confiar que es cierto, para evitar ser engañados.
Y aun si Z lograra algo que X no, podríamos pensar que es un milagro, pero también que X no es tan buen mago como Z. Pero supongamos que ese desequilibrio nunca ocurre, ya sea de hecho o por hipótesis. Con una paridad inalterable, a nadie se le ocurriría pensar que, en lugar de haber un mago que dice ser un superhombre (Z), hay un superhombre que dice ser un mago (X). En la invisibilidad de esa falta de expectativa y de verosimilitud, X puede ser el personaje de César Aira que hace de mago para disimular los superpoderes que tiene, para hacer pasar por trucos sus milagros. Y bien podrían ser los dos genuinos milagreros y no haber ahí más truco que el de hacer creer que hay trucos.
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