1.
Por supuesto, es inútil prohibir lo que ya es imposible que ocurra. Por ejemplo: en una ruta, un cartel con 300.000 k/s de velocidad máxima pasaría de ser normativo a ser descriptivo, además de chistoso. Pero no es la única inutilidad prohibitiva.
2.
Una prohibición es una orden para inhibir una voluntad. La voluntad se mueve
desde
- las certidumbres o confianzas de que es posible acertar a lo apuntado
- los grises dudosos (podrían no serlo y formar otra categoría –cromática o de lo que se esté metaforizando con esos grises), con los que se padece la incerteza adicional de si todavía conviene apostar a que es posible el objetivo y suficientes los recursos.
3.
Sin alguna apuesta de éstas, más o menos jugada, no se activa la voluntad. Luego, es inútil que se la quiera inhibir en los casos en los que no se activa: es prohibir lo que no tienta, por deseable pero imposible o por posible pero indeseable (para no hablar de prohibir lo imposible e indeseable, como la caminata por el ala de un avión en pleno vuelo –chiste al margen, el epígrafe muestra que puede bastar un cambio de contexto para que se alteren aquellas condiciones).
No hay comentarios
C o m e n t a r