Anticicatrices (Diálogo VII)



1.



2.

Por sincera y veraz que sea la respuesta de Z, no es la más cortés. El individuo que esté representado por el comodín X, como cualquier otro, espera ser especial para alguien, ser elegible por un mérito menos generalista que el de ser.
El primer tributo o regalo a la persona elegida es el sacrificio del resto: “¡Ay, Lisa! Y de entre toda esa gente me elegiste a mí”, se emociona Homero cuando confunde la impreferencia con la preferencia por él (confusión que acaso por extrema es graciosa):


Los Simpsons, “El pony de Lisa” (T3E8)

Z podría haber continuado su respuesta con un
Y vos cumplís con ese requisito
= Calificás
o un
Así que lo mínimo lo cumplís por mucho
= Sobrecalificás
y no habría hecho más que empeorarla y alejarse aún más de ese tributo o regalo con que se honra a quien se elige (y en razón de hacerlo en exclusiva). Pero no es de una gaffe ni de su agravamiento de lo que quiero hablar, sino de lo que implican esas ganas indiscriminadas.
Lo que Z tiene de descortés lo tiene de inclusivo. Otros en su lugar habrían aplicado una selectividad excluyente (tanto para responderle a X que sí como para responderle que no):
Me gusta tanto hacer eso que no lo hago con cualquiera, sino sólo con alguien que lo haga como lo hago yo o mejor.
Puede ser el caso de un dúo frustrado (de tenistas que compiten o de bailarines que cooperan, por ejemplo) porque uno rechaza al otro aduciendo un desnivel.

3.

Requisito total y suficientemente amplio como para que nadie se quede afuera: “cualquiera” es cualquiera, como en el chinchón cualquiera puede ser la carta de la que haga un comodín
(excepto del otro comodín, pero más por lógica que por convención: ¿qué sentido práctico –qué utilidad– puede tener que un comodín ocupe el lugar del otro, si lo suyo es no ser nada específico?).
Un criterio tan amplio no excluye a nadie, y más bien incluye a todos los que haya.
(Una cuestión: dado que si hay, está incluido, si no está incluido, ¿no hay? Si la respuesta confirma, la implicación es mutua y haber y estar incluido equivalen; si no, no, y la doble mano del puente habrá sido una falacia.)

4.

Por alguna razón, lo que X le sugiere a Z hacer viene a ser justo lo que Z haría con cualquiera, de tanto que le gusta y lo disfruta. Para Z es un módico pero inmenso milagro: a X le empieza a interesar o atraer la misma interacción que a Z más le viene interesando y atrayendo desde hace rato (por no decir «desde siempre», a ver si exagero).
La asimetría no empaña el milagroso favor de esa coincidencia con el o la incipiente X; más bien lo condimenta con el desafío de no perder la interacción durante el proceso de reducción de la diferencia (o del peso de sus efectos y consecuencias, si ante todo es una reducción de daños). A igual interés, la responsabilidad mayor recae sobre Z: quien puede lo más puede lo menos. Y lo más probable es que no le resulte un esfuerzo.
A Z la experiencia que ya tiene en eso al momento de cruzarse con X le ha dejado anticicatrices: marcas de los disfrutes que van afinando el paladar y redefiniendo la experiencia y sus búsquedas y orientaciones (sus aspiraciones y su sentido común).

5.

Tal vez en el fondo sea tan simple como esto: cualquiera va a preferir encontrar un jugador de su juego preferido que uno de cualquier otro. Un poco más simple: cualquiera va a preferir jugar a su juego preferido antes que a cualquier otro.
Luego, la coincidencia con alguien que se acerca a su preferencia o que ya empieza a compartirla la va a agradecer más cuanto más le
              guste,
            interese,
          entusiasme,
        apasione,
      fascine,
    disfrute
y necesite practicar ese juego. En el grado máximo, la gratitud es tan grande que anhela jugar con cualquiera, o sea, que la mínima experiencia de eso ya es altamente agradecible.

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