Los Simpson, “¿Y dónde está el inmigrante?”
Temporada 7, episodio 23.
Con alta probabilidad de tener la puntería del profesor John Frink/Juan Brinco, pronostico que en 100 años los clubes sexuales van a ser tan aceptables socialmente como hoy son los gimnasios. Y probablemente usen parientes remotas de la Frinkiac 7 para emparejar amantes lo mejor posible.
Dejemos de lado si “combinaciones tan perfectas (...) eliminarían la emoción de la conquista romántica”. Me interesa qué podría incluir esa perfección. ¿Qué tan complementarios deben ser –o qué tan complementados pueden estar– los términos de una pareja perfecta? Por pareja perfecta (extensible a trío perfecto, cuarteto perfecto, etc.) me refiero a una donde cada cual recibe su máximo de satisfacción posible.
Lo que a X más le gusta que le hagan es lo que a Z más le gusta hacer. Y viceversa. X y Z son la pareja ideal: perseguible e inalcanzable.
— el Zambullista (@zambullista) noviembre 11, 2015
@zambullista X y Z aún deben coincidir de ese modo en lo 2º que más les gusta hacer y que les hagan. Y en lo 3º, en lo 4º… Plenos sucesivos.
— el Zambullista (@zambullista) noviembre 16, 2015
@zambullista Menos realista aún, lo ideal se completa con que nadie le gusta más a X que Z, y viceversa. Se gustan y complementan al máximo.
— el Zambullista (@zambullista) noviembre 11, 2015
@zambullista Lo ideal es que X y Z sean insuperables haciendo lo que más les gusta hacer y disfrutando lo que más les gusta que les hagan.
— el Zambullista (@zambullista) noviembre 21, 2015
@zambullista Es decir, lo ideal incluye que sean recíprocamente inimpreferibles: que no puedan no preferirse, no importa cuántos compitan.
— el Zambullista (@zambullista) noviembre 21, 2015
Pero la cosa puede ser más complicada, si nadie es tan rígido como para tener un solo ranking de preferencias para cualquier momento y circunstancia y durante toda su vida. Si además de salir en la foto quiere protagonizar la película, a la complementariedad no le alcanza con ser absoluta a lo largo de toda la lista de gustos; también tendrá que conservarse a lo largo de toda la historia de la pareja: o los cambios de preferencias se sincronizan o X y Z dejan de ser la pareja perfecta.
Y todavía hay otras cuestiones en las que deben coincidir. Por ejemplo, en la estrategia amatoria: no sea cosa que a X le guste ir de menor a mayor en sus gustos y a Z al revés o alternando o repitiendo o cualquier figura que dibujen sus elecciones coreográficas. Otro ejemplo: también deben coincidir en las preferencias de en qué estado hacer qué.
Nada mejor se puede hacer en el estado F que la acción S y no hay nada mejor que esear efead@: el mejor estado para esa acción, y viceversa.
— el Zambullista (@zambullista) Mayo 3, 2015
En la feria de escalas de valores uno puede elegir las suyas para armar su cordillera, por cuyos picos discurre el ideal de esa pareja de mutuo colmamiento. En el juego perfecto de Pacman que hizo Bill Mitchell ocurre lo mismo: la perfección consiste en transitar siempre por los valores más altos, en mantener un promedio de 10 sobre 10.
Irrealizable. Una carrera en la que gana el que sale 4º es absurda:
https://t.co/XKxDi3GV9Q
Inalcanzable. Una pareja perfecta es utópica.
— el Zambullista (@zambullista) noviembre 16, 2015
@zambullista La carrera tiende a la paralización (o, si lo tiene prohibido, a la máxima lentitud). La utopía es otra zanahoria movilizadora.
— el Zambullista (@zambullista) noviembre 16, 2015
Es más realista la búsqueda de un roto para un descosido que la espera del príncipe azul. La perfección necesita la felicidad, no al revés.
— el Zambullista (@zambullista) noviembre 11, 2015
Si la felicidad necesitase la perfección del motivo, no existiría; o sea, nunca llegaría a existir. Nada pone más alta la vara que un ideal.
— el Zambullista (@zambullista) noviembre 19, 2015
@zambullista V.g: de haber maximalistas cabales, deberían morir vírgenes. Otra cosa es si desarrollan una felicidad de esa búsqueda utópica.
— el Zambullista (@zambullista) noviembre 19, 2015
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