1.
X no necesita perder algo para valorarlo. Cuanto más presente tiene que el disfrute no es eterno, más disfruta que todavía sea presente.
— el Zambullista (@Zambullista) 10 de mayo de 2016
—La altura de la experiencia feliz se volverá profundidad de su pérdida.
— el Zambullista (@Zambullista) 13 de junio de 2016
—Y celebraciones de baja intensidad no generan una elegía de alta.
Lo elegíaco de toda felicidad humana, ya que ninguna es eterna (no importa cuán fuerte o frágil sea), es el sabor a pérdida que la adereza.
— el Zambullista (@Zambullista) 13 de junio de 2016
Lo precario y lo transitorio de una felicidad la condimentan. Cuanto más lo saboree X, más se habituará. Amargo al principio; luego, normal.
— el Zambullista (@Zambullista) 13 de junio de 2016
1.1
Por lo que goza hoy, X prevé lo que le dolerá mañana perder esta felicidad. Pero ese dolor no contendrá el de no haber valorado ser feliz.
— el Zambullista (@Zambullista) 10 de mayo de 2016
No es poco valorar saber que alguna vez eso que tiene y disfruta podría dejar de tenerlo y no de desearlo. X se distrae menos sabiendo eso.
— el Zambullista (@Zambullista) 8 de junio de 2016
Si lo sigue deseando al momento de perderlo y después, lo vive como algo que le enajenaron. X extraña lo que le extrañaron y aún no soltó.
— el Zambullista (@Zambullista) 8 de junio de 2016
"¿Quién me quita lo bailado?", reclama X ahí donde otros se consuelan. Aún no soltó: X sigue reclamando: "¿Quién me devuelve lo quitado?".
— el Zambullista (@Zambullista) 9 de junio de 2016
A menor distracción, mayor intensidad. Y viceversa. La retroalimentación tiende al límite de una felicidad inexagerable para la nostalgia.
— el Zambullista (@Zambullista) 8 de junio de 2016
Una felicidad así supone un deseo de disfrutarla no menor al mayor deseo de volver a disfrutarla que pueda alcanzar la nostalgia más aguda.
— el Zambullista (@Zambullista) 8 de junio de 2016
Con una felicidad así, la idealización de la añoranza no superará a la de la experiencia. Cualquier idealización de un ideal redunda igual.
— el Zambullista (@Zambullista) 8 de junio de 2016
La felicidad que siente X ahora, en este límite, es igual a la que despertará cuando evoque esto tan bien que le haga olvidar que lo perdió.
— el Zambullista (@Zambullista) 20 de junio de 2016
2.
Humbert H: "…yo observaba, con la rigurosa lucidez de una meditación (es decir, tratando de ver las cosas como recordaría haberlas visto)…".
— el Zambullista (@Zambullista) 9 de junio de 2016
En vez de VER, lo de X es SENTIR así las cosas: como recordará haberlas sentido. Como Funes, X tiene una percepción y una memoria perfectas.
— el Zambullista (@Zambullista) 9 de junio de 2016
O, para decirlo de nuevo, desea por igual disfrutando (…lo que hay –percepción mediante) y añorando (…lo que se perdió –memoria mediante).
— el Zambullista (@Zambullista) 9 de junio de 2016
Por hipótesis, no se distrae de su felicidad límite. Si le tocase perderla, mejor preparad@ no podría estar que estando en paz: satisfech@.
— el Zambullista (@Zambullista) 13 de junio de 2016
Con o sin deseo de eso, abandonar una acción con satisfacción de lo logrado es mejor que sin. Se hace sin frustraciones ni arrepentimientos.
— el Zambullista (@Zambullista) 13 de junio de 2016
3.
De los creadores de "¿Quién me quita lo bailado?", llega "Tiempo de partir" (pero con letra de Albérico Mansilla y música de Eduardo Falú).
— el Zambullista (@Zambullista) 9 de junio de 2016
Canta Falú: "¿Qué me puede importar […] el trance de partir si yo he logrado llenar cada minuto transcurrido con un claro vivir enamorado?".
— el Zambullista (@Zambullista) 9 de junio de 2016
No es una partida prematura; se cae de madura: el "tiempo de amar" ya lo ha vivido y ahora atraviesa "el corto tiempo que resta por vivir".
— el Zambullista (@Zambullista) 18 de junio de 2016
—Irse satisfecho no implica desear irse, pero sí aceptarlo sin pánico.
— el Zambullista (@Zambullista) 20 de junio de 2016
—Es más fácil si te estás yendo al final de la fiesta que en mitad.
Pasado, presente y futuro: hay 1 satisfacción serena por lo vivido, 1 "urgencia de vivir como yo quiera" y 3 deseos de trascendencia laica.
— el Zambullista (@Zambullista) 18 de junio de 2016
Son 2 deseos culturales de "quedarme" (en la memoria afectiva de conocidos y en la artística de desconocidos) y 1 biológico de "regresar".
— el Zambullista (@Zambullista) 18 de junio de 2016
La continuación de X disfrutando, e incluso la de X añorando, es ese YO en trance de partir pero tranqui: lo logrado le ahorra perturbarse.
— el Zambullista (@Zambullista) 9 de junio de 2016
3.1
—¿Se lo ahorraría igual si la partida fuese prematura e imprevista, que más que un trance es una caída?
— el Zambullista (@Zambullista) 10 de junio de 2016
—No, pero quién le quita lo llenado.
—Lo que le quitan, si lo arrancan verde, son los minutos por llenar.
— el Zambullista (@Zambullista) 10 de junio de 2016
—Pero también en ese caso es mejor haber llenado los transcurridos.
—Ok, es mejor. ¿Pero alcanza para que no le importe nada el trance de partir?
— el Zambullista (@Zambullista) 12 de junio de 2016
—No. Suficiente sería que ya no desease llenar nuevos minutos.
—Entonces: puede no importarle por los minutos llenados, pero sí por los que aún podría llenar…
— el Zambullista (@Zambullista) 14 de junio de 2016
—…que ya no cuentan: la partida los cancela.
—¿Y esa cancelación no podría importarle?
— el Zambullista (@Zambullista) 14 de junio de 2016
—Sí, pero no más que haber dejado vacíos los minutos transcurridos.
—¿No tiene los que le faltan?
—Esos los TIENE disponibles hasta el trance de partir. Pero cómo esté ahí dependerá de qué hizo con los que TUVO disponibles.
— el Zambullista (@Zambullista) 14 de junio de 2016
—Cartón lleno.
—O no. Falta tu versión.
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de junio de 2016
—Si querés quedarte, partir te da pena. Los minutos llenos la atenúan, pero sin quitarla.
—Y los otros la agravan.
—Con un límite: si el peso del agravante vence las ganas de seguir, el trance se vuelve oportunidad.
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de junio de 2016
—Te sacás un peso de encima.
—Algo así.
—Todo atenuante resta peso. ¿Uno límite no aligeraría por completo la pena?
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de junio de 2016
—Sólo si bajaran igual esas ganas de seguir cuyo corte da pena.
—Claro: si no deseo quedarme, ¿qué me puede importar el trance de partir?
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de junio de 2016
—Pero llenar cada minuto con un claro vivir enamorado es un vicio.
—¡Pará, pará, pará! ¿Vos estás diciendo que ese atenuante, absoluto como es, alimenta el deseo que debería extinguirse para no sufrir?
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de junio de 2016
—See.
—El deseo de seguir es clave para que el trance de partir duela e inútil para evitarlo. Si es inevitable, ¿no importa sólo cómo lo afrontás?
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de junio de 2016
—Sí, pero lo que no puede el mejor relleno de minutos es hacer que el trance te importe 0, por mucho que arrime.
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de junio de 2016
—¿Exagera?
—Puede que poco.
4.
Perder un amor o la juventud es indeseable; la vida, depende de cuántas potencialidades malogre el morir: de qué tan prematuro o tardío sea.
— el Zambullista (@Zambullista) 25 de junio de 2016
La esperanza es lo penúltimo que se pierde. La última pérdida llega tarde para quien no espera ni desea algo más y temprano para el resto.
— el Zambullista (@Zambullista) 25 de junio de 2016
Experimentamos cada momento con un combo de recuerdos y expectativas que define los humores de la experiencia y revela las ganas de seguir.
— el Zambullista (@Zambullista) 21 de junio de 2016
Esas ganas bajan cuando lo esperado vale menos que lo recordado. Y se pierden del todo cuando uno y otro ya no valen nada. Tiempo de partir.
— el Zambullista (@Zambullista) 21 de junio de 2016
Parte otro, canta Gilda:
— el Zambullista (@Zambullista) 21 de junio de 2016
🎵No me arrepiento de este amor
aunque me duela el corazón.
Amar es un milagro y yo te amé
como nunca jamás imaginé.
Conste que el milagro es amar, no ser amad@. Pero sin reciprocidad habría un truco melancólico haciéndose pasar por el milagro más deseado.
— el Zambullista (@Zambullista) 28 de junio de 2016
Difícil arrepentirse de su mejor recuerdo, el de un milagro inigualado. Pero eso no alcanza para que no le duela el corazón. Teléfono, Falú.
— el Zambullista (@Zambullista) 21 de junio de 2016
Qué me puede importar… el trance de partir si yo🎵no me arrepiento de este amor aunque me duela el corazón🎵3000 años. pic.twitter.com/lv2u3rIwDH
— el Zambullista (@Zambullista) 22 de junio de 2016
4.1
—Volvería a hacer todo lo que hice,
— el Zambullista (@Zambullista) 22 de junio de 2016
dice X luego de jugar al ta-te-ti con la estrategia ganadora. O de oír la pregunta de cuán feliz es hoy.
A la elección del pasado se suma la del presente:
— el Zambullista (@Zambullista) 23 de junio de 2016
—Vivo en el mejor de los mundos posibles,
dicen X, lejos del futuro letal, y Falú, cerca.
La felicidad estropeable por cualquier contrafáctico u opción es tan perfecta como frágil. Cuanto menos rígida, menos vulnerable y perfecta.
— el Zambullista (@Zambullista) 23 de junio de 2016
Zambayonny cantaría en "Las 3 cosas de la vida":
— el Zambullista (@Zambullista) 23 de junio de 2016
🎵…flexible, invulnerable e imperfecta…
Tenés que elegir, mi amor;
todo no se puede tener.🎶
El límite de esa flexibilidad es el desapego: nada menos rígido, menos intenso y menos vulnerable a las frustraciones que el no deseo.
— el Zambullista (@Zambullista) 23 de junio de 2016
X es tan feliz que no canjearía su pasado ni su presente. Si pudiera canjear su futuro, su tiempo de partir, ¿cuántas veces lo canjearía?
— el Zambullista (@Zambullista) 28 de junio de 2016
Todos deseamos tener el poder del Ctrl+Z. Todos, salvo X, que desea no necesitarlo, y quienes eligieron el desapego, que ya no desean nada.
— el Zambullista (@Zambullista) 22 de junio de 2016
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