Deseo, tiempo y saber (Posibilidades y hechos)




1.

   X rendirá un examen. Como será mañana, aún no sabés cómo le irá (ni podés saberlo, por mucho que puedas creer, suponer, conjeturar, imaginar, etc., que es lo único que podés hacer con algo futuro). Hay dos posibilidades: o le irá bien o le irá mal. Deseás una de estas dos posibilidades, según quieras u odies a X.

   X rindió su examen hoy a la mañana. Es el mediodía y todavía no sabés cómo le fue. Hay dos posibilidades: o aprobó o no aprobó. Deseás una de estas dos posibilidades, según quieras u odies a X.

   Ayer X estaba mal (porque no aprobó un examen, por ejemplo); como no volvieron a comunicarse, todavía no sabés si ahora está mejor, peor o igual. Deseás una de estas tres posibilidades, según quieras u odies a X.

   No sabés cómo le irá a X, cómo le fue o cómo está: no sabés cuál de las n posibilidades de cada caso se dará, se dio o se da. Ese no saber es un requisito del desear o temer tal o cual posibilidad.
   Conclusión extragramatical: siempre se desea o se teme una posibilidad. Conclusión gramatical: tenemos subjuntivo de de­seo porque tenemos subjuntivo de posibilidad.

2.

   X está en un micro a Mendoza y le agarra la duda de si apagó o no el ventilador al salir de su casa. Hay dos posibilidades: o lo apagó o no lo apagó. Temés una de esas dos posibilidades: temés que no lo haya apagado. La otra posibilidad la deseás (“Ojalá lo haya apagado”). Lo mismo teme y desea X, pero con infinitivos, en vez de verbos conjugados en Modo Subjuntivo.
   Además de significar algo, un verbo estructura una escena: requiere ciertos roles (semánticos) y funciones (sintácticas) y puede admitir otros y otras, que no necesita. La función más requerida es la de sujeto, que concuerda en persona y número con el verbo. Mejor dicho: conjugamos un verbo para efectuar esa concordancia y, así, identificar su sujeto. La conjugación verbal es diacrítica; por eso es necesaria en estos dos casos:
       1) cuando hay sólo 1 función sujeto y necesitamos distinguir del resto al actor que la asume: “X –no A o B o C...– no apagó el ventilador”;
       2) cuando hay 2 funciones sujeto imbricadas y no las asume un mismo actor; esta diferencia se marca conjugando el segundo verbo en algún combo de persona y número distinto al combo del primero. En nuestro ejemplo, en Modo Subjuntivo, por ser una posibilidad, y en Pretérito Perfecto, por ser una posibilidad de algo pasado: “Temés [vos] que [X] no haya apagado el ventilador”.
   En cambio, si la función sujeto del primer verbo y la del segundo son asumidas por el mismo actor, no hay necesidad de diferenciarlo de nadie y en vez de conjugar el segundo verbo usamos su infinitivo (compuesto, en este caso): “X teme no haber apagado el ventilador” (y, si es coherente, desea haberlo apagado). X protagoniza tanto la repulsión o la atracción como aquello que las motiva.
   Así como los planetas y sus satélites no emiten luz propia, sino que reflejan la del sol, infinitivos (y también gerundios) no emiten información de quién y cuándo, sino que reflejan la del verbo conjugado del que dependen.

3.

   El temor está más cerca de la reacción; el deseo, de la iniciativa. El temor es conservador; firma por el empate. El deseo es expansivo, juega para ganar. No elegís qué temer, como elegís qué desear. Sin que lo quieras, vas a temer que esté pasando, vaya a pasar o haya pasado algo que te resulta amenazante y, por lo tanto, te repele. En cambio, sólo si querés vas a desear (o esperar o anhelar) que esté pasando, vaya a pasar o haya pasado algo que te resulta prometedor y, por lo tanto, te atrae.
   Más simple: se temen posibilidades desfavorables y se desean posibilidades favorables. Las evaluamos a favor o en contra según nuestros intereses y seguridad, y esas evaluaciones son la diferencia entre las posibilidades deseadas y las temidas.
   Quiere la coherencia que no temas lo mismo que deseás y que no desees lo mismo que temés. Vos, coherente y obediente, deseás –ponele– que X apruebe o haya aprobado el examen y/o temés que no; temés que X esté peor que ayer y/o deseás que esté mejor (que esté igual lo temés o lo deseás según con qué expectativas vengas); temés que X no haya apagado el ventilador y/o deseás que sí. La coherencia es esta coreografía de atracciones y repulsiones.
   Si cada deseo y cada temor de lo mismo fueran fotones, estarían entrelazados: si conocemos el estado de uno (Desear eso ON, por ejemplo), conocemos el del otro (Temer eso OFF). Y si fueran sonidos articulados, estarían en distribución complementaria: serían alófonos de un mismo fonema (como dos caras de una misma moneda). Donde se come no se caga –y viceversa.

4.

   Oscuro o no, todo objeto de deseo es una posibilidad. Si el requisito del desear es no saber, es porque el saber da por realizada una posibilidad, y con eso bloquea la posibilidad de desear. Son los datos, comunicables con verbos en Modo Indicativo. Por ejemplo, te enterás de que X no aprobó el examen, pero que está mejor que ayer, y que aquella otra vez había apagado el ventilador. Esas ya no son posibilidades en tu menú de deseos o temores –ni en el suyo.
   Las únicas que pueden seguir siéndolo son las futuras: no podés dar por realizado el examen de mañana. Por eso, además de meramente no saber, no podés saber si a X le irá bien o le irá mal; lo máximo que podés hacer es conjeturarlo, estimar la probabilidad de cada resultado. Porque ahí no se trata de averiguar cómo se resolvió un duelo de posibilidades, sino de esperar que se resuelva; el tiempo dirá.
   La única posibilidad que podés saber que va a pasar sí o sí es la de la muerte; todas las otras pueden fallar, pero esa no hay duelo que haya perdido. Como no sabés cuándo se realizará esa posibilidad inevitable, podés temer que sea inminente y desear su postergación, por ejemplo y en el mejor de los casos.
   El tiempo dirá, pero si creés con suficiente fuerza que va a decir tal o cual cosa, la creés igual o casi igual que si la estuviera diciendo o ya la hubiera dicho. El convencimiento puede imponerte «un porvenir que sea irrevocable como el pasado».
   En definitiva, no podés desear ni temer lo que sabés que pasó, pasa o (tenés la convicción de que) pasará. Ante las posibilidades victoriosas (a.k.a. hechos), sólo te queda reaccionar a su realización: te entristece que X no haya aprobado, te alegra que esté mejor que ayer, y te alivia que haya apagado el ventilador cuando salió de viaje.
   ¿Por qué esos verbos van en Modo Subjuntivo si son hechos, no posibilidades? Primera respuesta: no sé. Segunda respuesta: creo que porque expresan la reacción emocional ante un hecho, no su acontecimiento. Por ejemplo, no querés comunicar el hecho de que X no aprobó, sino tu reacción emocional, que por ser un tipo de interacción se presenta con un verbo en Modo Interacción (a.k.a. Subjuntivo, que está en distribución complementaria con el Modo Observación, a.k.a. Indicativo, como lo están el de­sear y el saber).

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