El tiempo lingüístico y el juego temporal del español




VIDRIERA EN PREPARACIÓN

Si ves esta advertencia, es que el ensayo aún está en construcción. Yo esperaría a que no esté este cartel.



Parte 1
EL TIEMPO LINGÜÍSTICO


«...quisiéramos mostrar sobre todo que la lengua conceptualiza el tiempo de muy otro modo que la reflexión.»

«Más general y, por decirlo así, natural es otra confusión, que consiste en pensar que el sistema temporal de una lengua reproduce la naturaleza del tiempo "objetivo": así de intensa es la propensión a ver en la lengua el calco de la realidad. Las lenguas no nos ofrecen de hecho más que construcciones diversas de lo real, y quizá sea precisamente en la manera de elaborar un sistema temporal complejo donde más diverjan.»

«Tenemos que preguntarnos en qué nivel de la expresión lingüística podemos llegar a la noción del tiempo que informa necesariamente todas las lenguas, y luego cómo se caracteriza esta noción.»

E. Benveniste, "El lenguaje y la experiencia humana" (1965)



   PD 6/10/2024. Desde ayer retomé este ensayo, que hace 2 años y pico nació como un desprendimiento de otro, “Orientaciones”.
   Pero desde antes incluso de Zambullidas estoy con este tema, por razones laborales y con mucho disfrute. Después de insistir con gráficos basados en una línea de tiempo, la que hoy considero la mejor comprensión del sistema temporal del español (y de la base de cualquier otro) empezó cuando lo visualicé con un diagrama mejor. ¿O lo visualicé con un diagrama mejor cuando empezó?

§ 1. Fechas

   Los dos primeros epígrafes de Émile Benveniste hablan de dos nociones de tiempo, la cronológica y la lingüística, y dicen que son muy diferentes (para enfatizar que la segunda no calca ni reproduce a la primera e introducir que en vez de eso elabora / construye un «sistema temporal complejo»). El tercer epígrafe dice que el tiempo lingüístico es universal, o sea, que es el mismo para todas las lenguas. Empecemos por el tema de los dos primeros epígrafes.
   La reflexión conceptualiza el tiempo como una sucesión de momentos y lo grafica como una línea con marcas que son fechas: una cronología (la de tu existencia, la de la existencia de tu comunidad / sociedad / cultura / civilización, la de la existencia de tu universo, etcétera –por si esta última cronología no fuera la de la existencia de la existencia).
   Para ver cuán «muy de otro modo» la lengua conceptualiza el tiempo, alcanzará con mostrar cómo lo hace, es decir: cómo es el tiempo lingüístico, cuál es el dibujo de sus conexiones; la comparación con aquella línea hablará por sí sola. Empecemos por este segundo término de la comparación.
   Lengua y realidad son contempladas justo cuando más divergen. Nunca será más difícil «ver en la lengua el calco de la realidad» que viendo «la manera de elaborar un sistema temporal complejo» que tiene y que no tendría si fuera un calco, o sea, si reprodujera «la naturaleza del tiempo “objetivo”», que «es el tiempo físico del mundo», que «es un continuo uniforme, infinito, lineal, segmentable a voluntad» e irreversible («Nuestro tiempo vivido corre sin fin y sin retorno»).
   Las desorientaciones en el tiempo que pueda tener alguien que no sabe en qué día de la semana está, o en qué mes o en qué año, ocurren en el tiempo cronológico. Mientras la memoria te funciona bien, te orientás en ese carril sin reversa con fechas, hitos y un USTED ESTÁ AQUÍ (o simplemente un VOS), que es el dato que perdés cuando la memoria no te funciona bien.
   Y junto con el dato perdés también la distancia relativa a la que estás de esas fechas e hitos (tanto del pasado retenido como del futuro agendado):
   ¿Y quién sos VOS? VOS sos quien Habla; ponele que ese es tu rol y tu momento actual; ponele que te preceden 4 hitos y que proyectás tener al menos 3 más:


   Ahí donde estás, ya cumpliste el primero de una serie de 3 hitos vitalistas, que también es un hito de tu genealogía, como los 3 anteriores a ese. El segundo y tercero vitalistas están proyectados, al igual que el siguiente hito (con la diferencia de que a la muerte seguro vas a llegar, pero a plantar un árbol y a escribir un libro, andá a saber).

§ 2. Flechas

   Como sea, esta no es la única orientación temporal que tenés, aunque quizás sea la única que puedas perder sin haber perdido el lenguaje. Otra que tenés (o que tiene la lengua que hablás) es la orientación inherente al tiempo lingüístico, que alguien perdido en el tiempo cronológico no pierde: no sabrá en qué día está, pero conserva el manejo del «sistema temporal» de su lengua, el uso de tiempos verbales y adverbios temporales, entre otros deícticos.

   Los deícticos son palabras referenciadas con el momento y el lugar del habla, como estas de Messi en el video que grabó en Miami para que se pasara en el Estadio Centenario en la despedida de Luis Suárez de la Selección uruguaya (6/9/2024):
“Se termina una etapa de tu carrera muy importante, pero quedan muchos años de fútbol y yo estoy feliz de que sean acá. (...) Espero que disfrutes de esa noche, junto a tus seres queridos y a toda esa gente que siempre tuviste tan cerca.”
   Si Messi hubiera hablado como si estuviera en el allá y entonces de Suárez, habría dicho allá, estés disfrutando, esta (noche) y esta (gente).

   Los eventos parteaguas, hitos que son los puntos de referencia del tiempo cronológico, están clavados en tu timeline personal o en una de tu sociedad. En cambio, el punto de referencia del tiempo lingüístico, H, se mueve en esa línea como «el árbol (...) en una avenida»: repitiéndose (cita de “Nadie encendía las lámparas”, cuento de Felisberto Hernández). La ilusión cinética consiste en que
    cada USTED ESTÁ AQUÍ de esa navegación unidimensional y unidireccional,
    cada VOS en «el acto de la palabra, el momento de proferirse el verbo» (escribe Andrés Bello en 1847),
    cada momento del habla
es también el momento de referencia respecto del cual hay momentos anteriores, simultáneos y posteriores.

   En el mismo artículo de los epígrafes, Benveniste tambíen escribe: «Lo que tiene de singular el tiempo lingüístico es que está orgánicamente ligado al ejercicio de la palabra».
   Es cierto que el primer punto de referencia normalmente es el momento del habla o de la escritura (llamándolo momento o presente de enunciación cubrimos ambas posibilidades). Pero no siempre. También puede serlo el momento de la escucha o de la lectura, como en algunas cartas o grabaciones: Seguramente vos ahora te estás preguntando por qué te escribí/grabé esto...*

   Puede parecer (y les pudo parecer a quienes estaban esa noche en el Estadio Centenario, incluido el homenajeado) que haya algo así en el fragmento que recorté del video grabado por Messi para la despedida de Suárez. Pero no. Argumento por qué.
   Dice Messi al principio del recorte: “Sólo espero que disfrutes de este homenaje que te están haciendo”. Si mientras le hablaba a la cámara que lo grababa Messi se hubiera puesto en los botines de Suárez, en su aquí y ahora (horas o días después, Montevideo en vez de Miami), no habría dicho “Espero que disfrutes...” (el disfrute puede ser simultáneo o posterior al deseo), sino “Espero que estés disfrutando...” (el disfrute es simultáneo al deseo). Y en cuanto a la continuación “...de este homenaje que te están haciendo”, Messi no está hablando de la situación que –piensa que– rodeará a la reproducción de su video en el Centenario; está hablando de su situación mientras lo graba en Miami, como si dijera: “Espero que, cuando lo veas, disfrutes de este homenaje que te está haciendo para esa noche la gente que está armándolo y para la que estoy grabando este video” (a veces Messi habla raro).

   En definitiva, el primer punto de referencia (punto cero o de origen del sistema temporal) es el momento de un Yo emito (muy mayoritariamente) o el de un Vos recibís (muy minoritariamente): un presente de envío o uno de recepción (de una señal o un mensaje). Sin comunicación no habría tiempo lingüístico. (A Bajtín le gusta esto.)

   Si ahí terminara todo, para graficar el tiempo lingüístico sería suficiente una línea horizontal sin límites y con 4 marcas: la referencia, la anterioridad, la simultaneidad y la posterioridad. Es lo que hacen, «provisionalmente», Guillermo Rojo y Alexandre Veiga en “El tiempo verbal. Los tiempos simples”, que es el capítulo 44 de la Gramática descriptiva de la lengua española, dirigida por Ignacio Bosque y Violeta Demonte (RAE / Espasa Calpe, Madrid, 1999; página 2.874):


   Pero la cosa no sólo no termina ahí, sino que recién empieza: cada uno de esos tres momentos orientados funciona a su vez como momento de referencia para otros tres, cada uno de los cuales funciona a su vez como momento de referencia para otros tres, cada uno de los cuales...
   Hasta acá, hasta este «encadenamiento de una serie teóricamente ilimitada de escalones» (el subrayado es mío), llegan Rojo y Veiga en ese escrito. Pero antes de verlos llegar, conviene verlos pasar por las fórmulas que les dan –Bull y Klum mediante– a las primeras relaciones temporales; copio de la página 2.876:

«...un acontecimiento puede ser considerado anterior, simultáneo o posterior a otro. Siguiendo la línea de Bull (1960: 20 y ss.) y Klum (1961), podemos contemplar estas relaciones temporales como vectores (V) y convenir en que –V simboliza la anterioridad, oV la simulteneidad y +V la posterioridad. Si llamamos O (de 'origen') al punto central de todas las relaciones, tendremos que las tres relaciones inicialmente posibles de un acontecimiento con el punto cero son simbolizables mediante las fórmulas O–V para lo anterior al origen, OoV para lo simultáneo al origen y O+V para lo posterior al origen.13


13 Las fórmulas pueden parecer complicadas al principio, pero resultan de gran ayuda y utilidad para la plasmación de las relaciones temporales. Deben ser leídas de derecha a izquierda respetando las convenciones indicadas. Así, O–V se refiere a un acontecimiento que es anterior (–V) al origen (O). Una fórmula un poco más complicada como (O–V)+V se refiere a un acontecimiento que es posterior (+V) a otro acontecimiento que, a su vez, es anterior (–V) al origen (O).
»

   Es curioso que, a pesar de «contemplar estas relaciones temporales como vectores», en la página siguiente Rojo y Veiga insistan en graficarlas con líneas de tiempo, en vez de vectores literales (o en todo caso no horizontales, como son esas flechas paralelas a izquierda y derecha de O y de las S'):


   Lo vectorial pasó de la teoría a las fórmulas, pero no al diagrama. Rojo y Veiga le encargaron su expresión a la semántica de las iniciales O, A, S, P, A', S', P', y tal vez a una diagramación que falló (o que por alguna razón que no imagino eligió no alinear las S' con la A, la S y la P de arriba, como la S está alineada con la O).

§ 2.1 El nuevo diagrama

   Para graficar las relaciones temporales con y como lo que son –vectores–, empecemos por borrar todas las líneas horizontales del gráfico 44.3 y por convertir todas las letras en puntos (que no representarán acontecimientos, sino momentos). Con 1 grado más de «encadenamiento» y una distancia entre grados que decrece (cual palo cortado por Hui Shih, sofista chino del siglo III a.C.), el gráfico expandido y depurado se ve así:


   Ahora sólo resta convertir esos puntos –salvo el primero, el solitario de arriba– en vectores de anterioridad (A, A', A'', A''', ...), simultaneidad (S, S', S'', S''', ...) y posterioridad (P, P', P'', P''', ...). Todos convergen en O, que por costumbre voy a seguir llamando H (y porque es más descriptivo que O, que sólo nos dice que es el primer momento de referencia, no cuál es normalmente). Y voy a usar unas fórmulas alternativas para «la plasmación de las relaciones temporales»: 'encadenamientos' de A, S, P que terminarán en H, pero sin sus primas, dobles primas, triples primas, etc., que además de engorrosas son innecesarias.
   Lo último antes de ir al nuevo diagrama. Visto de afuera, el hablar es un hecho como cualquier otro que podamos localizar en una línea de tiempo, y como tal es marcable: fechable. Visto por dentro, para Benveniste «este presente, en tanto función del discurso, no puede ser localizado en una división particular del tiempo crónico, porque admite todas y no exige ninguna» (como el guardián de “Ante la ley” con las cosas que le da el campesino para que lo deje pasar).
   Luego, el nada selectivo momento del habla (H), alojado en cualquier división particular del tiempo cronológico, participa a la vez de la virtualidad del tiempo lingüístico, que "cuelga" de él (ya sea que lo veamos como el momento de origen del juego de relaciones temporales o como el momento de destino –inmediato o mediato– de todos los vectores, la Roma a la que todos los caminos conducen).
   El resultado es esta topografía del tiempo lingüístico (¿cronografía?) con esta toponimia (¿crononimia?) alternativa, este mapa de momentos orientados y etiquetados con la ruta vectorial de su orientación:


§ 2.2 Tres tipos de nombres

   Cada letra de uno de estos nombres es un tramo del trayecto que hay desde cualquier momento al momento del habla; la orientación o relación temporal es el trayecto completo. Como con un archivo en una subcarpeta de la PC, el nombre de un momento es la ruta –o path– de su ubicación en el mapa; nombra el camino que hay entre ese momento y H, que es único (no hay dos caminos iguales, como tampoco dos fórmulas idénticas).
   Si leemos un nombre de estos de izquierda a derecha, subimos en el mapa (hasta H); si lo leemos de derecha a izquierda, bajamos (desde H). Con las fórmulas de Rojo y Veiga es al revés: leídas de izquierda a derecha, bajamos en el mapa (desde O); leídas de derecha a izquierda, subimos (hasta O).
   «Deben ser leídas de derecha a izquierda», dicen Rojo y Veiga en la ya citada nota al pie # 13, de la página 2.876. El barrido de la lectura empieza por lo que llaman el «vector primario» y, si no hay otros entre este y O, ahí termina; si hay, sigue por lo que llaman el «punto de referencia», formado por la secuencia de esos otros vectores hasta O (origen del sistema de referencias –es la primera– y destino –último momento apuntado– de toda secuencia de vectores).
   Si bien estas fórmulas se vuelven engorrosas más rápido que los nombres hechos de iniciales, son igualmente idóneas para identificar cualquier punto del mapa:


   Una tercera identificación de cada momento orientado es, a igual nivel, más intuitiva que las dos anteriores e igual de precisa. Me refiero a la que consiguen los nombres hechos con combos de 3 prefijos (ante, co, pos) y 1 de 3 bases (pretérito, presente, futuro). Por ejemplo: además de identificar un momento usando la fórmula (O–V)+V) o el acrónimo PAH, podemos identificarlo usando el nombre pos-pretérito. Ahora un ejemplo con 2 prefijos y 1 base (o sea, de nivel 3): además de la fórmula ((O–V)+V)–V o el acrónimo APAH, podemos identificar ese momento usando el nombre ante-pos-pretérito.
   Igual de descriptiva y precisa, quizás más intuitiva o inteligible, pero bastante más larga, es la denominación que resulta de desplegar el acrónimo según las referencias del diagrama; el segundo de los ejemplos se llamaría así: un momento anterior a un momento posterior a un momento anterior al momento del habla.

§ 2.3 Recapitulando

   Recapitulemos. Cada momento de la línea cronológica dispone de las posibilidades temporales que grafica el mapa. Cuando en algún punto de tu cronología hablás, creás un espacio conceptual en el que todos los momentos, excepto el primero (referencia no referenciada, ya que no motor inmóvil), pueden tener el rol de punto de partida de una flecha (momento referenciado como anterior, simultáneo o posterior a otro) y el rol de punto de llegada de otras tres flechas (momento de referencia).
   Te orientás en ese mapa temporal inconscientemente, por el mero hecho de hablar tu lengua natal o cualquier otra que domines (una prueba de cuánto la dominás es cuánto te orientás usándola, cuánto sabés jugar como juega esa lengua en el tablero común a todas, para ir rozando el tercer epígrafe de Benveniste).
   Sigamos recapitulando. En el tiempo cronológico, los eventos y estados se localizan; en el lingüístico, se orientan. El tiempo cronológico está hecho de fechas; el lingüístico, de flechas. Las fechas se identifican con marcas en una línea temporal; las flechas, con fórmulas o nombres analíticos en un jardín de senderos que se trifurcan.

§ 2.4 Otro fractal

   La trifurcación es la iteración fractal de 4 momentos (1 de referencia y 3 posicionamientos) a lo ancho de cada nivel o grado de la progresión geométrica ilimitada. En loop, y con el salto del tiempo cronológico al tiempo lingüístico en cada «acto de la palabra», los tres primeros pasos de la progresión se ven así:


   Si hace guau-guau, tiene 4 patas y mueve la cola cuando está contento, es un perro. Si se repite a diferentes escalas (o sea, si es autosimilar) y se construye aplicando cada vez la misma operación al resultado de la aplicación anterior, es un fractal. De hecho, los diseños de arriba los hice recortándolos de este otro (sacrifiqué 1 nivel para reducir dos tercios el ancho del diagrama):


   El resultado puede metaforizarse / interpretarse como el mapa de momentos orientados del tiempo lingüístico, por ejemplo; o como el menú de momentos orientados posibles / disponibles para que cada idioma los pinte como le pinte (en breve, la paleta de colores del español); o como el tablero sobre el que cada lengua jugará sus fichas coloridas (en breve, el colorido juego temporal del español); etc.

§ 2.4.1 Breve digresión de aritmética transfinita

   Si hay un hecho sagrado en medio de estas interpretaciones no-tan-libres, es el crecimiento exponencial del mapa / menú / tablero, al ritmo de una progresión geométrica de base 3: hay 1 momento de referencia en el nivel 0 (30 = 1), 3 en el nivel 1 (31), 9 en el 2 (32), 27 en el 3 (33), etc.
   El nivel límite de la serie infinita 30, 31, 32, 33..., que es 3o, participa como tal de la serie de trifurcaciones pero no pertenece a la serie: no es uno de sus niveles con un número finito de momentos de referencia, ya que en él hay infinitos: 3o.
   Si 3o es tan superior a ℵo como lo es 2o, tampoco pertenecería a la serie de niveles con ℵo momentos de referencia (que es la cardinalidad del conjunto de números naturales, o de sus equivalentes funescos).
   3o es el sumando límite y a la vez es el resultado de la suma infinita –de infinitos niveles que progresan geométricamente– de potencias con base 3 y exponentes en progresión aritmética.

§ 2.5 Arquitectura y urbanismo

   Una arquitectura con ese diseño podría empezar en el interior de una torre medieval hexagonal con 3 puertas (se accedió a la torre por una puerta a nivel del suelo y a su interior de media altura por una escalera). Cada puerta da a un largo puente que lleva a otra torre hexagonal, que a su vez tiene otros 3 puentes a sendas torres nuevas, etc.
   Por default, las puertas están cerradas; se abren para permitir la peregrinación hasta la primera torre, desde las tres siguientes (una o dos por vez) o desde cualquiera de las lejanas. Así, la fórmula ((O–V)+V)–V o el acrónimo APAH o el nombre analítico ante-pos-pretérito ahora describen la trayectoria sinuosa de unos peregrinos que transitan puentes y atraviesan torres medievales hexagonales hasta llegar a su torre Roma. Llegan con información (de la ubicación) de la que está en el otro extremo, en la torre de origen de la peregrinación.
   Si pasamos esa arquitectura a un grafo, con la primera torre arriba, todas las que estén debajo de ella (o sea, todas las demás) tienen 4 puentes: 1 del que partir, queridos peregrinos, y 3 de los que provenir. (Parece el ascenso del agua y los nutrientes por capilaridad, desde las raíces hasta las hojas del árbol.)

   Más que la arquitectura de un edificio, es una urbanización expansiva de torres conectadas de ese modo específico, sin que se sepa muy bien para qué (si jugamos a olvidar que está emulando al diagrama del tiempo lingüístico). En cambio, las torres medievales reales (incluso hexagonales) no se expandían desde una de ellas, sino que se distribuían perimetralmente; eran defensivas y no se comunicaban a través de largos y lentos puentes, sino por señales visuales, que viajaban a la velocidad de la luz. Por ejemplo, las torres de la ciudad amurallada de Tudela (Navarra, España).

Recorte de una captura de pantalla del blog Castillos Españoles

   El esquema sería el mismo si reemplazáramos los puentes por señales visuales, que circularían en lugar de los peregrinos hacia la torre Roma. Pero esta no sería su única dirección. Como sistema de vigilancia, al igual que el montado alrededor de Tudela, duplica el sentido de circulación: se otean enemigos hacia adelante (mirando a izquierda, centro y derecha), se comunica lo oteado hacia atrás (hacia donde está la torre Roma o al interior de la ciudad que está protegiendo).

§ 2.5.1 Versión perspectivista del mapa de momentos

   Análogo a ese otear sería una versión perspectivista del mapa de momentos que hiciera de cada uno un mirador hacia otros tres, lo que daría vuelta las flechas de la versión orientacionista que vengo usando:


   Lo que en la otra versión eran puntos de referencia, en esta son puntos de vista. Lo que allá era ante, co, pos, acá es, desde cada mirador, otear al frente, a un lado o al otro (y navegando el río del tiempo sería mirar atrás, al costado o adelante). Dicho de otra manera, cada uno de esos sitios oteados es un mirador desde el cual triotear de nuevo.
   Acá la distancia entre fila y fila de torres no decrece: es la misma, que es hasta donde se llega a ver desde cada mirador. Si se quiere ver más allá, ver qué se ve desde allá a izquierda, centro y derecha, hay que trasladarse. Temporalizándolo, desde hoy podés ver lo que pasó ayer; pero para ver lo que había pasado antes de ayer o lo que pasaba ayer o lo que pasaría después de ayer, debés ir a ayer.
   Acá el punto de vista se desplaza desde la torre amoR hasta la que sea necesaria. Temporalizándolo, el punto de vista es el «vector primario» de Rojo y Veiga, ahí donde a un momento sólo se lo referencia como anterior, simultáneo o posterior a otro, sin usarlo de momento de referencia para otros tres (sólo se lo mira, sin usarlo de mirador).
   Acá una fórmula como PAH o (O-V)+V, o un nombre analítico como pos-pretérito, puede ser tanto una instrucción del recorrido a hacer como un registro del recorrido que hizo el punto de vista. Primero vas (fui) a la torre que tenés (que tenía) en diagonal a tu (mi) derecha, y desde ahí me decís (te dije) qué tenés (qué tenía) en diagonal a tu (mi) izquierda. Temporalizándolo, desde el presente de enunciación (H) vas al pasado (AH) y me decís el futuro de ese momento (PAH), no el de este (PH).
   Al tiempo lingüístico no le afecta la inversión del sentido de sus vectores, según se lo metaforice como un juego de orientaciones o como uno de perspectivas (o sea, según las flechas sean dedos apuntando o miradas lanzadas).

§ 2.6 Experimento literario

   Una experimentación literaria con el diseño trifurcante del mapa de momentos es, por ejemplo, «la “novela regresiva, ramificada” April March», cuyo autor es el protagonista del cuento de Borges “Examen de la obra de Herbert Quain”:
«Trece capítulos integran la obra. El primero refiere el ambiguo diálogo de unos desconocidos en un andén. El segundo refiere los sucesos de la víspera del primero. El tercero, también retrógrado, refiere los sucesos de otra posible víspera del primero; el cuarto, los de otra. Cada una de esas tres vísperas (que rigurosamente se excluyen) se ramifica en otras tres vísperas, de índole muy diversa. (...) Quizá un esquema ayude a comprender la estructura.»


   Acá también se transita en las dos direcciones: los capítulos avanzan del 1 al 13 y sus historias retroceden de x n (tres vísperas de alguna de las tres vísperas de un hecho) a y n (tres vísperas del hecho) a z (el hecho, «el ambiguo diálogo de unos desconocidos en un andén»).
   Entre este diagrama y el del tiempo lingüístico no hay diferencias de «estructura», pero sí menores. La menos relevante es la orientación del esquema (acostado en vez de colgante). Le sigue la diferencia abismal entre la finitud realizada de 13 capítulos en 2 niveles y la infinitud virtual de niveles y flechas. Pero por abismal que sea cardinalmente esta diferencia, es menor porque esa infinitud está insinuada en esos 2 niveles, que son sólo dos porque Herbert Quain era vago (?) y no son infinitos porque era humano (un novelista divino o angélico tendría con qué intentarlo).
   La mayor de las menores diferencias es la que hay entre la «índole muy diversa» de las vísperas y la monotonía de las únicas 3 clases de vectores (–V, oV, +V / A, S, P), repetidos ad infinitum. ¿Y entonces por qué es una diferencia menor? Por la combinación de dos razones: porque decir que las vísperas «rigurosamente se excluyen» es un modo enfático de decir que no hay dos iguales (sean muy o poco diversas) y porque lo que importa no son las clases sino las secuencias de vectores, de las que tampoco hay dos iguales entre las infinitas que hay (cantidad que empequeñece no sólo a las 12 vísperas de April March, sino también a los 251.312.000 libros entre los que no hay dos iguales en cada período de la periódicamente infinita Biblioteca de Babel).

§ 3. Para todas las lenguas

   Llegamos al tema del tercer epígrafe de Benveniste. Creo que este jardín de senderos que se trifurcan es «la noción del tiempo que informa necesariamente todas las lenguas». Si el mapa de momentos orientados vale para todas las lenguas cuyos sistemas temporales manejen las relaciones básicas de anterior a, simultáneo a y posterior a, la pregunta es cómo hace cada una de esas lenguas para pulsar cada una de esas orientaciones / flechas, virtualmente infinitas.
   Los gestores y usuarios de esas lenguas son, como Herbert Quain, humanos. Por esta limitación energética, lo harán usando un elenco reducido de elementos, al igual que con el sistema decimal contamos indefinidamente usando sólo diez dígitos (o sólo dos, 0 y 1, con el sistema binario). Al igual y por la misma razón: porque no disponemos de energías ilimitadas, como sería (o debería ser) el caso de Funes el memorioso y el caso análogo «de las divinidades y de los ángeles», que usan un sistema de numeración de base infinita, como venía siendo el de Funes hasta que lo abandonó.


Parte 2
EL JUEGO TEMPORAL DEL ESPAÑOL


§ 4. Para el español

   En español, entre muchas otras lenguas, el elenco reducido de elementos encargado de dar cuenta de una infinidad de relaciones temporales es el paradigma verbal, acompañado por adverbios de tiempo y vocabulario afín (el lunes, la década pasada, el año 2024). En el Modo Indicativo, los tiempos verbales son diez, 5 simples y 5 compuestos (para Rojo y Veiga son nueve, porque dicen que uno de esos tiempos compuestos –hube cantado– ya no forma parte del español).
   Como sea, la ratio tiempos verbales / relaciones temporales no es de uno a una, sino de uno a muchas: cada tiempo verbal da cuenta de una infinidad de relaciones temporales (sí, tantas como las de los diez tiempos juntos: 10 × ℵo = 1 × ℵo = ℵo, ya que n × ℵo = ℵo ; el sistema temporal no es ajeno a la magia de la artimética transfinita). Aunque ningún usuario la haya necesitado, necesite o vaya a necesitar jamás, aunque al hablar no nos alejemos mucho de su borde (y ya 5 niveles son muchos), ahí está la infinitud virtual de relaciones temporales, siempre disponible. Y hay que pintarla con 10 pinceles.
   Si pintamos del mismo color todas las flechas identificadas por un mismo tiempo verbal, el mapa de momentos puede verse así en sus primeros 3 niveles (o 4, si se cliquea en la imagen):


   Después veremos por qué usé 8 y no 10 colores. Primero vayamos a la cuestión de los nombres de lo negro, lo azul, lo verde, lo rojo, y sus tonos claros: lo gris, lo celeste, lo verde claro, lo rosa. Esta infinitud incide en el problema de darle un nombre temporalmente descriptivo a cada tiempo verbal. Siendo infinitas, no hay una única ni una última relación temporal significada, pero sí una primera: la más cercana a H de las infinitas que tienen el mismo color. Propongo darle a cada tiempo verbal el nombre de la primera relación que identifica / significa / señala. (Por supuesto, también hay una segunda relación, una tercera, etc.; bautizar con la primera es tan convencional como con cualquier otra, pero puede ser más práctico.)
   Como veremos, los nombres obtenidos con este criterio no difieren mucho de los nombres obtenidos con el criterio de Andrés Bello o el de la versión modificada por Rojo y Veiga. No es raro que seleccionen parecido quienes creen que ahí hay una única relación temporal por tiempo verbal y quienes buscan la primera de una serie infinita: sólo una es la única, sólo una es la primera (que antes de ser primera fue única, como primogénito/a de familia numerosa).
   Andrés Bello fue el creador de aquellos nombres hechos con 3 prefijos y 3 bases que presenté en § 2.2 como alternativa a las fórmulas de Rojo y Veiga (o a las que armé con un alfabeto de 4 letras) para designar relaciones temporales. Él, en cambio, los usó para designar tiempos verbales: los 10 del Modo Indicativo en su «significado fundamental» («uso recto», para Rojo y Veiga). Pero asumo que lo hizo con el convencimiento de estar dándole a cada uno el nombre de la relación temporal de la que es signo.
   Es decir que, para él, Ante-pos-pretérito era tanto el nombre de la relación temporal como el del tiempo verbal dedicado a identificarla / significarla / señalarla, llamado por la RAE Condicional Compuesto (habría cantado). En el parágrafo 637 de su Gramática de la lengua castellana (1847), Bello explica la razón del nombre tripartito y su carácter de «breve fórmula» temporal:

«637. La nomenclatura de que yo me sirvo tiene dos ventajas. En primer lugar, las palabras de que se compone el tiempo del verbo indican el nombre que debe dársele: en habría cantado, por ejemplo, el participio denota que el nombre del tiempo debe principiar por la partícula ante, y siendo el tiempo del auxiliar un pos-pretérito, debemos añadir a dicha partícula estos dos elementos: habría cantado será pues un ante-pos-pretérito. Y en segundo lugar, cada denominación así formada es una breve fórmula, que, como veremos, determina con toda exactitud el significado de la forma compuesta.»

   Un poco de contexto, tarde pero seguro. Bello viene de enumerar, en § 636, los distintos nombres (hechos con distintos criterios) que recibieron los tiempos verbales. Y antes, en § 635, venía de darles sus nombres nuevos a las formas compuestas, la mitad que le faltaba (y las nombra en un solo movimiento, con una regla de formación). Frente al derroche energético de metabolizar un combo de criterios distinto para cada nombre, Bello propone ahorrar energías usando un mismo criterio para todos, que en su caso es el temporal (aspectos verbales, abstenerse). Consigue un conjunto coherente –un sistema– de nombres, mientras los tradicionales y sus variantes tienen poca o nula conexión entre sí, como los items de una lista.
   ¿Y cómo es ese criterio temporal que da nombres fórmula? Para responder esta pregunta, volvamos del contexto y hagámonos otra sobre el texto. ¿Por qué «el participio denota que el nombre del tiempo debe principiar por la partícula ante»? Porque, como había dicho Bello en el parágrafo 635, «el tiempo significado por la forma compuesta es anterior al tiempo del auxiliar». Pero lo es sólo porque el tiempo del auxiliar es el mismo que el de la forma simple, respecto de la cual es realmente anterior la forma compuesta que se le asocia (y no respecto de una parte suya, el auxiliar haber). Lo que un nombre como Ante-pos-pretérito está diciendo es que su temporalidad es anterior a la de un Pos-pretérito.
   Estas son las cinco correlaciones de Bello, en el mismo orden en que fue exponiendo las formas compuestas:
    1) he cantado [Ante-presente] es anterior a canto [Presente]: "María canta lo que le han cantado de chica";
    2) hube cantado [Ante-pretérito] es anterior a canté [Pretérito]: "Cuando María hubo cantado su parte, Estela cantó la suya";
    3) habré cantado [Ante-futuro] es anterior a cantaré [Futuro]: "El martes cantará las canciones que habrá aprendido el lunes";
    4) había cantado [Ante-co-pretérito] es anterior a cantaba [Co-pretérito]: "María cantaba lo que le habían cantado de chica";
    5) habría cantado [Ante-pos-pretérito] es anterior a cantaría [Pos-pretérito]: "El sábado prometió que el martes cantaría las canciones que habría aprendido el lunes".

   Esta anterioridad es el sentido temporal que le da o le encuentra Bello a ese emparejamiento de formas simples con compuestas. Hay tres nombres convencionales (Pretérito, Presente, Futuro), dos razonados (Co-pretérito, Pos-pretérito) y cinco algorítmicos (los compuestos, los Ante-x de estos tiempos simples). En el mapa de momentos orientados del español, estos nombres se ven con estos colores:


   Más de 1 siglo y medio después, la RAE pone los nombres de Bello después de los suyos (en una nota aclaratoria argumentaban que lo hacían porque en algunos países de América Latina se los llama así). Los nombres que la RAE se resiste a reemplazar son estos:


   Los nombres de la RAE combinan criterios; por ejemplo, uno temporal, otro aspectual y otro morfológico en Pretérito Perfecto Compuesto ("he cantado"). Bello es temporalista y racionalista; la Ilustración lo mandó a innovar, no a continuar tradiciones gramaticales. En el parágrafo 650 vuelve a las «ventajas» de su «nomenclatura» del parágrafo 637:

«650. Se ve también por lo dicho que cada una de las denominaciones de los tiempos es una fórmula analítica que descompone el significado del tiempo en una, dos o más de las relaciones elementales de coexistencia, anterioridad y posterioridad, presentándolas en el orden mismo en que se conciben, que de ningún modo es arbitrario. (...) La última de las relaciones elementales tiene siempre por término el acto de la palabra, el momento de proferirse el verbo.»

   Las «relaciones elementales de coexistencia [⇑], anterioridad [⇗] y posterioridad [⇖]» son las flechas que integran una orientación temporal en el mapa, la última de las cuales «tiene siempre por término (...) el momento de proferirse el verbo», H.

   Acá Bello habla de «una, dos o más de las relaciones elementales» que componen «el significado del tiempo» verbal. En el parágrafo anterior no había dejado abierta la cuenta; la había cerrado en 3:
   
«649. Se ve por lo que precede que ciertas formas del verbo representan relaciones de tiempo simples; otras dobles; otras, triples».

   «Lo que precede» son las definiciones y ejemplificaciones de los 10 tiempos verbales del Modo Indicativo, después de haber definido y ejemplificado en § 648 el último tiempo compuesto, el Ante-pos-pretérito (habría cantado).

   Las cinco anterioridades son ciertas, pero algunas las encontrás nadando y otras buceando. Ocho son la primera relación temporal significada por su tiempo verbal; dos, la segunda. Los nombres de éstas inevitablemente difieren de los obtenidos con el criterio de bautizar por la primera, cuyos nombres inevitablemente coinciden con los de las otras ocho (siempre que nos limitemos a esos 3 prefijos y a esas 3 bases y que nos mantengamos en el supuesto de 1 orientación por vez).
   De las dos anterioridades que son la segunda orientación significada por su tiempo verbal, la mayor disonancia entre el nombre-fórmula y el ejemplo que lo ilustra es la del Ante-co-pretérito (nivel 3). La oración que da Bello muestra una relación de ante-pretérito (nivel 2), que efectivamente es la primera que puede (y la que más suele) identificar este tiempo, que la RAE insiste en llamar Pretérito Pluscuamperfecto: “Los israelitas desobedecieron al Señor, que los había sacado de la tierra de Egipto”. Del Ante-presente (he cantado) podría decirse algo similar y también algo diferente. Queda pendiente.

   Rojo y Veiga comparten con el pionero Bello el objetivo de generar nombres que sean descriptivos recurriendo sólo a la temporalidad; yo también, pero la cuenta no me da 1 relación por tiempo verbal, sino infinitas (y no a causa de dislocaciones, que las hay pero no tantas, sino de iteraciones). En breve argumentaré por qué, pero ya podríamos prevenir cualquier confusión de lo designado acordando que en minúsculas es el nombre de la orientación temporal y en mayúscula inicial es el nombre del tiempo verbal asociado a ella.
4. Coloreando el mapa

   Momentos orientados son todos excepto uno: el presente de un enviar (hablar/escribir) o el de un recibir (escuchar/leer), que es el primer momento de referencia, aquel respecto al cual habrá otros anteriores, simultáneos y posteriores. Con un nombre, una fórmula o una sigla, vamos a identificar cada momento orientado y luego vamos a pintarlo del color verbal que lo «expresa».

   Como se tiene un kit de mechas para montar en una agujereadora, se tiene un kit de desinencias para montar en una raíz verbal. La conjugación completa de un verbo es el montaje de todas las desinencias de todos los kits. A una de las informaciones que damos con un verbo conjugado la llamamos tiempo. Como las velocidades, las fuerzas o las aceleraciones, un tiempo verbal es vectorial: identifica una orientación temporal, o sea, una relación de anterioridad, simultaneidad o posterioridad con un momento de referencia.


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